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Histórico encuentro entre el papa Francisco y el patriarca Kirill

Tras 11:40 horas de vuelo, y 38 minutos de permanecer en la pista del Aeropuerto de Roma Fiumicino, el vuelo Alitalia 4000, tocó tierra a las 12:49 en La Habana.

El Sumo Pontífice fue recibido por Raúl Castro, presidente de Cuba y ahora se reúne con Santidad Kirill, patriarca de la Iglesia Ortodoxa. Se trata de un encuentro histórico, ya que será el primero entre los líderes de la Iglesia Católica y la Rusa Ortodoxa.

Para que nos demos una idea de la importancia de la reunión, estas iglesias rompieron relaciones en el año 1054.

En años recientes, El Vaticano intentó acercarse a los rusos, pero estos acusaron al Catolicismo de intentar manipular a los seguidores para que se convirtieran.

Se espera que después del histórico encuentro, el vuelo 400 de Alitalia despegue del Aeropuerto José Martí de La Habana al filo de las 18.30 h, para que dos horas después, aterrice en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde el presidente Peña Nieto recibirá al papa Francisco.

Un abrazo entre dos iglesias que nunca se vieron, que nunca se tocaron pero que si se enfrentaron.

El papa Francisco bajó del avión con toda su comitiva, lo recibió el cardenal de La Habana, Jaime Ortega y el presidente de Cuba, Raúl Castro, en medio de un fuerte dispositivo de seguridad.

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Tras más de mil años de separación histórica, los patriarcas de las iglesias Católica y Ortodoxa se reencuentran en Cuba.

Ambos líderes católicos destacaron de manera positiva su encuentro, el patriarca Kirill dijo que sería más fácil su relación ahora, en tanto el papa Francisco dijo la reunión se pudo dar por la voluntad de Dios.

Kirill: “Ahora las cosas son más fáciles”.

Francisco: “Está claro que ha sido la voluntad de Dios”

Reporte desde La Habana con el papa Francisco from López-Dóriga Digital on Vimeo.

IMG_5559 from López-Dóriga Digital on Vimeo.

“Si sigue así Cuba será la capital de la unidad”, afirmó el papa Francisco, ante la histórica reunión. “Es muy claro que este es el deseo de Dios”, agregó.

En declaración conjunta, las dos Iglesias reconocieron que deben trabajar en unidad antes las necesidades y problemas que existen actualmente.

“Al reunirnos a distancia de las antiguas diputas del Viejo Mjundo, sentimos muy fuertemente la necesidad de colaboración entre los católicos y los ortodoxos, que deben estar siempre preparados para responder a cualquiera que les pida razón de la esperanza”.

“Que nuestro encuentro inspire a los cristianos de todo el mundo para invocar con el nuevo fervor al Señor, orando sobre la plena unidad de todos los discípulos”, continúa el comunicado conjunto.

Selfie con el papa

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Cuando en unas horas se estrechen la mano el Papa Francisco y el patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa, Cirilo I, se habrá puesto fin informal a mil años de distanciamiento y división entre estos obispos de la llamada Santa Iglesia Católica y Apostólica.

Los intentos de reconciliación son tan antiguos como la división misma de la Iglesia de Roma, encabezada por el Papa, y la Iglesia Ortodoxa, que aunque sin jerarca, reconoce una autoridad superior en la persona del Patriarca de Constantinopla, en este momento Bartolomé I, pero quien a diferencia del obispo de Roma, no tiene autoridad sobre el resto de los obispados que conforman la Iglesia Ortodoxa.

Y aunque es Constantinopla la sede del llamado “patriarca ecuménico”, es Kirill ó Cirilo I, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, quien lidera al mayor número de fieles de esta Iglesia, por lo que el encuentro que se celebrará en La Habana reviste una importancia singular.

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La división se remonta al año 1054 de nuestra era, en lo que se conoce como el Cisma de Oriente, cuando las iglesias de Roma y Constantinopla formalizaron la división surgida entre sí desde unos siglos antes.

De inicio dogmáticas y de procedimientos religiosos, se acentuaron cuando las diferencias administrativas y territoriales enfrentaron a ambas.

En el año 589, durante el concilio de Toledo, en el que participaron únicamente obispos de la Iglesia de Occidente, se incluyó en el Credo el término “filoque”, en latín, referente al Hijo.

El Credo no es otra cosa que la declaración de profesión de la fe cristiana y que para los orientales dice: “Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre”, mientras que para los occidentales es: “Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo”.

Esta palabra dividió profundamente a ambas iglesias.

Más tarde, en el año 857, el emperador Bizantino Miguel III, el Beodo, reemplazó al patriarca ortodoxo de Constantinopla, San Ignacio, por Focio, quien inicialmente no fue reconocido como patriarca por las iglesias occidentales ni por el resto de los obispos orientales, lo que incrementó las tensiones.

Finalmente, en el año 1054, un enfrentamiento entre representantes enviados por el Papa León IX a Constantinopla y el Patriarca Miguel I Cerulario, desembocó en sendas excomuniones por parte de ambos representantes de la Iglesia, mismas que han mantenido divididas a las iglesias hasta la fecha.

Esta división tiene también un fundamento administrativo: los obispos de oriente no reconocen la superioridad ecuménica del obispo de Roma por sobre la de los demás, lo que ha traído como consecuencia una serie de diferencias, tanto rituales como administrativas, que sin éxito, han tratado de resolver de manera formal en el Segundo Concilio de Lyon, en 1274, primero, y en el Concilio de Basilea de 1439, después.

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Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI tuvieron acercamientos importantes con los patriarcas de Constantinopla.

Pero Alexander I, el predecesor de Cirilo I, jamás aceptó reunirse con el papa polaco por considerar una ofensa su intervención en la caída de la Unión Soviética, y una invasión el ansia evangelista mostrada por Juan Pablo II, sobre la Federación Rusa.

Y aunque sí aceptó reunirse con Benedicto XVI, no pasó de ser solo un encuentro.

La historia cambió con Francisco I. Con el Patriarca Bartolomé presente en la Plaza de San Pedro, en lo que fue la primera vez que un obispo de Constantinopla acudía a ese acto, José Mario Bergoglio se presentó por primera vez al mundo como “Obispo de Roma”, nada más.

El guiño, bien recibido en Moscú, fue acompañado por el que se dice fue un mensaje de Francisco I a Cirilo I: “Iré a donde quieras. Llámame y yo voy”.

Y fue Cuba el lugar elegido por el patriarca moscovita, quien lidera a 120 millones, de los 200 millones de ortodoxos del mundo.

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A los católicos orientales y occidentales los une en este momento el avance del fundamentalismo islámico en las proximidades de los recintos sagrados del cristianismo como Jerusalén y Constantinopla.

Y es así como en unas horas, casi mil quinientos millones de católicos de todo el mundo se estrecharán las manos, en las personas de Francisco I y Cirilo I, en una habitación del aeropuerto de La Habana, por primera vez en casi mil años.

Redacción