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Se comienza soñando

El cambio climático tendrá consecuencias devastadoras para las personas en situación de pobreza. Incluso en el mejor de los casos, cientos de millones se enfrentarán a la inseguridad alimentaria, la migración forzada, las enfermedades y la muerte. El cambio climático amenaza el futuro de los derechos humanos y corre el riesgo de deshacer los últimos cincuenta años de progreso en materia de desarrollo, salud mundial y reducción de la pobreza”.

Con estas palabras empieza su informe sobre Cambio climático y pobreza el relator especial de la ONU Philip Alston en Junio de 2019

Entonces parece que se entumen los huesos los hombros se doblegan ante la inminente sexta destrucción planetaria llamada “Antropoceno” por la comunidad científica. Las fotografías de islas de basura sobre el océano, la devastación de los bosques, la muerte de cientos de miles de especie a manos de la nuestra, el calor con cifras históricas. Cada noticia va calando dentro hasta parecer que ya no nos importa.

Entonces se recurre a cada parte de luz que todavía habita en nosotros y encontramos que por dentro hay tal cantidad de fracturas que no vemos nada.  Es con ellas con las que salimos al mundo a interrelacionarnos, llenos de dolor y hastió.

Pero pareciera que pronto un amanecer vuelve a captar nuestra atención, el canto de las aves despierta nuestra alma, la sonrisa de alguien mas nos reconecta,  un abrazo nos acomoda los huesos y comienza nuevamente la posibilidad  de mirarnos, de querer restáuranos y se abre la puerta de darnos cuenta como estamos.

Así se pone los pies al arduo y largo camino del autoconocimiento, que durará toda una vida. Se abren los cajones para revisar la historia que nos contamos,  verla con ojos compasivos y SÍ, hemos recibido una cantidad de daño abrumante, llenando de cicatrices nuestra alma y es eso lo que nos ha traído hasta aquí, repitiendo generación tras generación cada herida.

Se comienza soñado, imaginado que se puede. ¿El recurso? En mi caso, solo el amor que le tengo a un país que abrió sus brazos cuando llegue  siendo una niña.

Hace dos años justo en esta época, contemple el único rio vivo que queda en la ciudad con dolor. Este rio Magdalena que nace en la Sierra de las Cruces brotando transparente, va entrando en contacto con nosotros y se va muriendo poco a  poco llenándolo de basura, del agua sucia de drenajes que corriendo por su cauce casi todo entubado, llega a este espacio de los Viveros de Coyoacán donde nos muestra nuestra desconexión con el planeta. Me da la impresión que entre bolsas de plástico, latas, botellas, ropa y jabón se muestra la radiografía de lo que nos pasa por dentro.  Pareciera que en algún punto de la historia extraviamos el sentido. Perdimos el sentido de pertenencia a la tierra y a mansalva nos dedicamos a  drenar sus recursos sin honrar el espacio que ocupamos.

Pero las facturas se pagan, no hay acto sin consecuencia y ahora nos enfrentamos a una crisis climática a la que los científicos llaman “antropoceno”, la sexta extinción planetaria ahora a manos de nuestra especie.

Es la casa interior que hay que restaurar primero pues lo que hacemos es un reflejo de lo que ahí habita. Nuestras fracturas se manifiestan en el daño que hacemos a unos, a otros, a nosotros y a nuestro hábitat. En el arduo trabajo de hacer esa limpieza interna, restaurar, tejer, hilar, reaprender; un día se despierta uno y los ojos comienzan a  ver distinto. Pareciera que de pronto se mira y termina uno por contemplar el entorno. Se despierta la empatía, la capacidad de dolernos y se abre el corazón y ahí nos damos cuenta que somos corresponsables de esto que nos pasa.

Pero mientras, nos pasa que vamos lentamente despertando y el planeta va marchitándose a pasos agigantados y ya no tenemos tiempo para mas tarde; esto es ahora.

Nos urge redireccionar el camino y comienza con nosotros. Cambiar nuestros hábitos cuestionarlos darnos cuenta que estos nos han traído hasta aquí impulsados por una revolución industrial con un diseño para volvernos consumidores, disfrazado de confort. Y caímos en la trampa volviéndonos autómatas perdiendo el sentido de empatía, de asombro y agradecimiento. Lo mas complejo de todo, es que esto solo benéfico a unos cuantos.

¿Como se enfrenta una crisis de semejante envergadura?

Mi propuesta es empezar  limpiando un solo río, el agua es fundamento de la vida, es medio de regeneración, por eso debemos comenzar a restáuranos a través de ella. Muchos, solo juntos podremos después hacerle frente a todo lo que nos aqueja. Es momento de formar un ejercito de esos que no usan armas, de esos que solo salen al encuentro con el corazón. Es momento de salir al encuentro vamos conociéndonos en las calles.

DZ