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A un año de la elección, la situación que enfrenta el presidente Andrés Manuel López Obrador es paradójica: los numerosos problemas que destacan sus críticos en nada se corresponden con la gran popularidad que mantiene.

Y no es que la gente apruebe el manejo de los asuntos nacionales, pues de acuerdo con las encuestas, en muchos casos la calificación es desfavorable. Lo que ocurre es que el Presidente tiene a su favor una gran credibilidad porque es percibido como un político distinto a “los de siempre”. Es esto, y no el éxito de las políticas públicas, lo que, al menos hasta ahora, importa a los ciudadanos.

En México, como en varios países, el cambio derivó de una revuelta contra las desigualdades, la corrupción y los privilegios. A López Obrador se le acomodó la realidad. Él ha sido el mismo, lo que creció fue el hartazgo hacia una política cortesana que alejó a las élites de la vida cotidiana de las mayorías. Nadie mejor plantado que él para encabezar esa rebelión.

Lo que gusta es aquello que rompe con la verticalidad del poder y acerca el gobierno a la gente: las mañaneras, la apertura de Los Pinos y las consultas ciudadanas. Incluso el lenguaje del Presidente, afín al pueblo y alejado de la jerga tecnocrática, si bien ofende a algunos, lo identifica con muchos más.

Estas modificaciones, que parecieran ser solo de forma, significan una nueva concepción del poder y un punto de ruptura con gobiernos previos. Falta tiempo para conocer el calado de la 4T. Por ahora, estamos ante el intento de romper las estructuras de los poderes que, en la lógica del Presidente, poco o nada ofrecían a las mayorías. Lo que se plantea es un cambio de régimen.

Hoy la idea de desechar todo lo anterior y desarmar el rompecabezas del poder para darle nueva forma conecta bien con la gente. Tan es así que nada se vislumbra en el entorno de una oposición desdibujada y aferrada a un pasado que la mayoría ya rechazó.

Por supuesto que, sin resultados concretos en temas prioritarios como la seguridad o el crecimiento económico, el balance en la opinión pública podría modificarse y la 4T, quedar frustrada. Y en muchos de esos ámbitos los resultados todavía están por verse.