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Ayer no fue un día feliz para la democracia mexicana. De un palo, fueron anuladas dos instituciones autónomas insignia del Estado: ningún miembro del gobierno asistió al Informe Anual de la CNDH, y fue renunciado el titular de la Comisión Reguladora de Energía (CRE).

El epitafio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la CRE puede ser tomado de Leszek Kolakowski: “En política, ser engañado no es excusa”. Porque la 4T avisó siempre que concentraría todo el poder y mandaría al diablo las instituciones anteriores para crear propias.

En lo que fue sin dudas el canto del cisne de la CNDH, su presidente, Luis Raúl González Pérez, dejó un discurso que deberá ser recordado cuando a la actual CNDH la sustituya una creación particular de la 4T:

“No será debilitando la institucionalidad democrática, ni eliminando o haciendo inoperante el sistema de pesos y contrapesos entre autoridades y poderes, o restringiendo o condenando en los hechos el legítimo ejercicio de los derechos o el disenso, que México avanzará por la ruta de la legalidad y del respeto a la dignidad humana”.

Y Guillermo García Alcocer renunció a la CRE, un par de meses después de que observó “una falta de perfiles con especialidad en electricidad” en las personas propuestas por el gobierno para ocupar cuatro plazas de la CRE.

Menos de 72 horas después de decirlo, las secretarías de la Función Pública y Hacienda le integraron un expediente por “un posible lavado de dinero, de acuerdo a la tipología, como serían los viajes que realizó a Guatemala y El Salvador”.

La explicación oficial a la rapidísima integración del expediente fue que “no estamos afirmando, pero una de las tipologías del lavado consistente en trasladar dinero en efectivo a países vecinos y de ahí tomar vuelos para llevarlo a paraísos fiscales”.

¿Hay que decir que García Alcocer entendió ipso facto que era mejor hacerse humo y mejor dejarlo todo por la paz? Bueno, con su partida, en la CRE hay únicamente personas designadas por el gobierno actual, excepto una.

México vive un debilitamiento de la institucionalidad, tras un veloz proceso de inoperancia del sistema de pesos y contrapesos entre autoridades y poderes que había logrado en 25 años de estabilidad política, libertades y transparencia, que fue lo que llevó a la 4T al poder.

Es imposible no pensar en la historia como un proceso que no se repite, ciertamente, pero que sí alecciona. La URSS, por ejemplo, se empecinó en gobernar exclusivamente con una disciplinada élite de partido, que siempre tenía la razón y debía ser el único faro, la única guía.

Pero nunca generó progreso ni libertad que un gobernante o un partido hagan creer que representan directamente la voluntad del “pueblo”.

Algo para no olvidar.