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Catalina de Siena

Hay personajes que causan fascinación y dejan una huella en la historia que generan puntos de inflexión. Tal es el caso de Catalina Benincasa, apodada Eufrosina.

Poder descifrar el pensamiento de una época donde la interpretación de los hechos, es tan completamente antagónica vista con ojos de contemporaneidad, deja quizá un dejo de juicio que es inevitable. La pluma de quien decide escribir se va entintando de opiniones cargadas de una lectura que es muy personal. Entonces de desde ahí, desde ese escaño comienza el atrevimiento y se pide una disculpa de antemano por aquello que suene en tenor de dictamen.

Nacida en Siena en 1347, fue la hija número veintitrés de una familia de clase media-baja, en una época donde la peste negra se hizo cargo con su guadaña, diezmando la población europea en un sesenta por ciento. A su paso la muerte fue desgarrando el tejido social, los campos y el animo de sus habitantes.

Los terremotos, ciclones huracanes e incendios parecen sacar a flor de piel la solidaridad. Pero una enfermedad contagiosa como la peste, destruye cualquier sentido de fraternidad y va carcomiendo las normas y el sentido mas profundo de humanidad.

Al mismo tiempo mientras la tierra convulsa iba diezmando a la población, se dio el despertar en las artes y la ciencia de la Edad Media que anunciaban un hombre que se alejaba y cuestionaba las doctrinas cristianas.

Quizá en respuesta a este despertar la iglesia busca como recoger a su rebaño, y grabo la palabra miedo dejando su impronta, bañada en tintes de condenas eternas, de brazas de fuego ardiente y sangre, con el nombre de demonio. La ausencia de una explicación plausible a la epidemia, colocó connotaciones de cualidades siniestras y sobrenaturales, sobre la tragedia.

El lenguaje acuñó con fuerza la ira de Dios hacia la evidente inmundicia del ser humano vestido de codicia, avaricia, usura, materialismo, adulterio, blasfemia, falsedad, y lujuria.

Así el Papa Clemente VI impulsó la creencia del castigo divino en forma de peste y lo dejaba claro en una bula que hablaba de la «Pestilencia con la que Dios está castigando a sus gentes».

La autoflagelación cobro fuerza como nunca, impulsada por los clérigos, pretendía expresar remordimiento y expiar los pecados de la comunidad.

Vislumbrando este territorio de no más de 118 kilómetros cuadrados, con la escenografía pintada de miles de cadáveres, hambrunas y un tenor de tristeza profunda, Catalina se hace al mundo.

Comenzó a mostrar signos de santidad a temprana edad, emulando a Santa Eufrosina según narra San Francisco de Capua en su libro Vida de Santa Catalina de Siena.

Sin duda, el biógrafo, como los hagiógrafos medievales, cae en el elogio apologético, intentando por todos los medios dejar en evidencia su ejemplaridad y santidad precoz.

“Buscaba lugares retirados donde poder castigar su frágil cuerpecito con unas pequeñas disciplinas.”*

Así se empeñó en apuntalar una vida santa y contrarrestar las acusaciones que se siguieron a su figura en los años posteriores a su muerte donde se la acusó de bruja, de charlatana, de prostituta.

Así contaba que todos querían tenerla a su lado siendo niña, para disfrutar de su discreta conversación y de las gracias infantiles que la adornaban.

A los seis años manifiesta por primera vez una visión mística donde al lado de San Pedro, San Pablo y San Juan evangelista, un trono de oro estaba ocupado por Jesucristo vestido con ropas pontificales y una tiara, colocaba su mano bendiciéndola en la forma que lo hacían los obispos.

Al principio, sus devotos padres alientan su impulso espiritual. Pero la soledad y la oración la llevaron a consagrase a la mortificación y la castidad a los siete años de Edad. Los padres preocupados, a los doce años de edad, deciden casarla, así la niña se negó y pensó que podía llegar a ser más hermosa a los ojos de Dios si se cortaba el pelo, se azotaba la cara y se vestía de harapos gruesos.

Infligía a su cuerpo torturas como la de caminar con treinta y seis piedras afiladas en sus zapatos o clavarse las uñas en los senos en el nombre de Jesucristo crucificado, colocándose un velo sobre la cabeza.

Con el objetivo de persuadirla, sus padres la obligaron a realizar fatigosas tareas domésticas, y practico la negativa a comer cosa que al parecer era una práctica social típica de la época, mediante la cual las mujeres que eran obligadas a casarse ayunaban ferozmente para escapar del matrimonio, como sucedió con Santa Librada.

¿Será acaso que una paloma se posó en la cabeza de Catalina mientras oraba, lo que convenció a Jacobo su padre de la sincera vocación de su hija?. Será difícil saberlo, pero algo paso que a los dieciséis ingresa a la orden Tercera de los dominicos, continuando sus hábitos del uso del cilicio y prolongados periodos largos de ayuno.

Durante esos años tuvo una vida atormentada, invadida de visiones demoniacas y tentaciones las cuales combatía imbuyéndose en actos de penitencia, incluso dejando de hablar; de hecho, según sus biógrafos dicen que mantuvo tres años consecutivos de mutismo, que sólo abandonaba para confesarse.

Sus comportamientos eran considerados por algunos contemporáneos, derivados de una posesión demoníaca, ya que sus conductas autolesivas y su ayuno eran excesivos para una práctica religiosa. Llegó incluso a beber pus de los enfermos a los que cuidaba en muestra del amor al prójimo y entrega a Dios.

Practicaba lo que en nuestros días denominaríamos un comportamiento con rasgos bulímicos, dado que se insertaba trozos de madera en la garganta, para provocarse el vómito, tras alimentarse.

“Os digo que muchas veces, cuando hice cuanto pude, entonces me miré para comprender mi enfermedad y la bondad de Dios, quien por una muy singular gracia me permitió corregir el vicio de la glotonería. Me entristece sobremanera que yo no corrigiera esta debilidad por amor.” (fragmento de una carta que dirigió a un religioso de Florencia cuando tenía veintiséis años).

Sostienen algunos de sus biógrafos que en 1370 tuvo visiones del infierno, del purgatorio y del cielo, cuentan que una voz le ordeno salir de su retiro y entrar a la vida pública. Dicen que recibió los estigmas invisibles en Pisa. Comenzó a escribir cartas autoridades de los actuales territorios de Italia, rogando por la paz entre las repúblicas de Italia. Mantuvo de hecho correspondencia con el papa Gregorio XI, emplazándolo a reformar la clerecía y la administración de los dos Pontificios, será acaso entonces que la impresión que causo Catalina en el Papa, lo regreso de Aviñón a Roma en Enero de 1377, evitando un cisma.

En 1380 decide ya no beber agua por lo que el 29 de abril muere, tras un ataque de apoplejía fruto de la inanición. En 1461 fue canonizada por el Papa Pío II y proclamada doctora de la iglesia por el Papa Pablo VI en 1970, título que sólo ostentan otras dos mujeres, Santa Teresa de Ávila y Santa Teresita de Lisieve.

Santa Catalina se volvió símbolo de inspiración, un arquetipo de mujer que fue imitado por muchas mujeres durante siglos. Ha sido atribuida a cientos de miles de milagros y tiene una veneración que a cruzado el tiempo poniéndola en el presente vestida de Icono, alrededor del mundo. Es un personaje que se desdibuja en el tiempo, se adivina y se amalgama con ojos de contemporaneidad, volviendo complejo el estudio de sus acciones, por mas que se escriba de ella.

DZ

*Vida de Santa Catalina de Siena
Francisco de Capua (Santo)

Santa Catalina de siena
Sigrid Unset

Lay Siege to Heaven: A Novel About St. Catherine of Siena
Louis de Wohl

(1) La Peste Negra
Jose Lopez Jara
Biblioteca Gonzalo de Baceo