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Una vez leí que algunos poetas tienen el don de la premonición. Al parecer uno de ellos fue Federico García Lorca (1898-1936) quien en 1929, durante un viaje a Nueva York, escribió el poema ‘Fábula y rueda de los tres amigos’ que en una parte dice: “Cuando se hundieron las formas puras/ bajo el cri cri de las margaritas,/ comprendí que me habían asesinado./ Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,/ abrieron los toneles y los armarios,/ destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro./ Ya no me encontraron./ ¿No me encontraron?/ No. No me encontraron”.

Siete años después el poeta granadino fue fusilado en su propia tierra adonde había huido de Madrid al estallar la guerra civil. Partidario de la república, Federico se refugió en la casa de unos amigos de apellido Rosales quienes pertenecían a la Falange –partido político fascista que apoyaba a Franco. De nada valió la presunta protección de sus amigos. La Guardia Civil lo apresó y sin juicio previo, acusado unilateralmente de masón, socialista y homosexual, fue fusilado junto a dos banderilleros y un maestro. Ochenta y tres años después no se sabe en dónde quedó su cadáver. No. No lo encontraron.

Lo anterior viene al caso porque voy regresando de vacaciones y resulta arduo retomar el trabajo, vencer la flojera natural que la molicie vacacional provoca, sin tener algo interesante o inédito que expresar sobre el tema del día: la explosión del ducto petrolero en el municipio de Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, asunto del cual hoy tratan el 90% o más de las columnas periodísticas y del cual el que redacta lo que usted lee no tiene gran cosa que aportar.

Por eso prefiero regresar al tema de los poetas con el don de la profecía en cuyo elenco habrá que anotar a nuestro Ramón López Velarde (1888-1921) quien en su magno poema ‘Suave Patria’, escribió: “El Niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros de petróleo el diablo”. Con este verso la clarividencia del poeta zacatecano nos lleva a lo que en la actualidad representa el petróleo y sus derivados en nuestro país: la contaminación atmosférica, la inequidad social y el robo perverso –delito de lesa patria. Al respecto, otro poeta, Javier Sicilia escribió: “el verso en su concisión, es terrible: el petróleo, que pocos cuestionan, que en la polémica que se ha vuelto a desatar es elogiado como fuente de riqueza y poder, en el poema de López Velarde es, si atendemos al sustantivo ‘diablo’, motivo de perdición”.

Recuerdo que la poesía de López Velarde aquí citada, me la aprendí de memoria en 1961 para participar en un concurso municipal de declamación en León, Guanajuato. Siete años antes, en lo que era Distrito Federal, hoy Ciudad de México, este texto servidor sufrió una quemadura de tercer grado en el pecho de la cual me quedó una leve marca –tenía 9 años, la piel alcanzó a regenerarse. Mi amigo Pancho y yo pintamos una bicicleta. Nos manchamos las manos de pintura y nos las desmanchamos con gasolina. Al hacerlo me cayó gasolina en la camisa. Enseguida vertimos gasolina en un recipiente. Salimos a una terraza y Pancho encendió un cerillo que aventó a la gasolina. Yo estaría a un metro de distancia. De repente, tal vez una ráfaga de viento hizo que la llamarada viniera hacia mi pecho atraída por la gasolina que estaba impregnada en mi ropa la cual se incendió. El dolor era tremendo. Como pude me quité la camisa. Los gritos llamaron la atención de los papás de Pancho quienes me llevaron a un hospital. Desde entonces he pensado que morir cual antorcha encendida –como murieron muchos en Tlahuelilpan- debe ser la más horrible de las muertes.

Interrumpo la escritura porque me vino a visitar Arturo, un amigo que conozco desde hace 50 años al que no he visto desde hace un buen rato.

¿Hace cuántos kilos que no nos vemos? –me dice Arturo burlonamente, ante mi evidente sobrepeso. ¿Qué te sucerdió? ¿Por porquito no te reconozco? ¿Pozole andabas?

Cállate –le digo. Estoy a dos bolillos de usar otra talla.

¿Otra más? ¿Cuántas llevas?

Quise cambiar la conversación y le pregunté. ¿Sabes lo que significa Tlahuelilpan?

Significa que la campaña contra el robo de hidrocarburos por parte del nuevo gobierno va en serio aunque tuvo un principio fallido por la falta de previsión y logística de quienes la están llevando a cabo. Lo sucedido en el municipio hidalguense implica lo difícil de la tarea emprendida, sin ninguna estrategia, por el gobierno federal, que se está enfrentando a una organización criminal compuesta por personajes de los gobiernos anteriores, funcionarios de Pemex, miembros del sindicato petrolero, dueños de gasolineras y cárteles de la droga. Tlahuelilpan, también significa que el huachicoleo es el soporte económico de muchas familias pobres, lo cual es un problema social que tendrá que resolverse. ¿Para ti qué significa?

Según el diccionario náhuatl Tlahuelilpan significa: En donde se riegan las tierras.

¿Con gasolina o con diesel?

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Hace una semana que me inscribí en el gimnasio y no he bajado ni un kilo. Voy a tener que ir personalmente a ver qué pasa.