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Leo en Babelia (julio 2016), una elocuente reseña de lo que parece ser un libro admirable sobre un tema central de nuestros días: la nostalgia del pasado.

La reseña es de Marta Rebón. El libro, de Svetlana Boym (1959-2015), profesora de lenguas eslavas de Harvard.

Bajo el sugerente título El futuro de una ilusión, Svetlana Boym emprende la investigación histórica y literaria de un arco central de las ilusiones y los fracasos de Occidente, ese continente de ideas más que de países, que saltó a la modernidad cargado de utopías y vive en la postmodernidad cargado de nostalgias.

La nostalgia es la ilusión cuyo futuro indaga el libro. Boym distingue en lo fundamental dos tipos de nostalgia. La “restauradora”, que sueña con volver al pasado, un pasado tan poderoso como ilusorio, y la “reflexiva”, que quiere simplemente recobrar, en los monumentos, en la historia, en el arte y en la literatura lo que no puede volver pero no debemos olvidar, sin riesgo de disminuir lo que somos, lo que hemos sido.

El libro de Boym es una reflexión de orden literario cuyo trasfondo es Europa.

La nostalgia “restauradora” tiene sus momentos oscuros en el regreso de los nacionalismos racistas y xenofóbicos, que marcaron algunas de las horas más oscuras en la historia de aquel continente.

La nostalgia “reflexiva” tiene su aparador en la increíble reposición del patrimonio artístico, arquitectónico, histórico y literario de las grandes ciudades europeas a partir de la posguerra y luego de la caída del muro de Berlín.

La rapidez del cambio de nuestro tiempo, que desacomoda sin cesar la vida de todos los días, introduce la nostalgia madre, la nostalgia propiamente moderna, capullo de las otras.

Es la nostalgia por el mismísimo presente que muda ante nuestros ojos con ritmo de vértigo. De modo que, como escribe Marta Rebón, “ya no sentimos nostalgia de la tierra natal o del pasado, sino del propio presente que se escurre veloz entre las manos”.

Muchos tenemos la impresión de que México se apresta a saltar hacia el pasado, es decir, hacia una promesa de restauración de partido hegemónico en la política y de estatismo de viejo cuño en la economía.

¿Pero, estamos enfermos de nostalgia?