Minuto a Minuto

Deportes Sheinbaum en el sorteo del Mundial 2026: “México disfruta del juego de pelota desde tiempos ancestrales”
La presidenta Sheinbaum participó en el sorteo del Mundial 2026 en el Kennedy Center, junto a Trump y Carney
Entretenimiento ¿Cuáles fueron los mejores discos de 2025?; esto dice The New York Times
The New York Times publicó su lista de los 25 mejores discos de este 2025, entre los que destacan Rosalía, Bad Bunny y Taylor Swift
Internacional Reaparece el expresidente Hernández para agradecer a Trump por indultarlo
En su primera aparición pública tras salir de prisión, el expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, agradeció a Trump el haberlo indultado
Deportes Mundial 2026: México ya conoce a sus rivales, estos son los antecedentes
México ya conoce a los rivales que enfrentará en el Mundial 2026; estos son los antecedentes en Copas del Mundo
Deportes México y Sudáfrica abrirán el Mundial 2026 el 11 de junio en CDMX
Se llevó a cabo el sorteo de la Copa Mundial 2026 en el Kennedy Center de Washington D.C; Méxikco abrirá ante Sudáfrica

Los dioses de la costumbre condenan a los pueblos a cambiar poco a poco y los castigan con la repetición.

Napoleón destruyó las monarquías europeas pero acabó ungiéndose emperador. La Revolución rusa quiso terminar con el despotismo zarista y produjo a Stalin.

El historiador Cosío Villegas intuyó que el presidencialismo mexicano posrrevolucionario era una   recreación institucional del régimen de presidente providencial de Porfirio Díaz, al que la Revolución mexicana derrocó.

En un ensayo luminoso, Edmundo O’Gorman remitió estas soluciones políticas de hombres providenciales y presidentes fuertes a la costumbre monárquica novohispana: la costumbre de tener reyes o virreyes que se travistieron, luego de la Independencia, en las figuras reiteradas del caudillo, el dictador, el presidente todopoderoso.

He pensado esto durante mi breve visita a Managua de la semana pasada, al V Encuentro de Narradores de “Centroamérica Cuenta”.

Los dioses de la costumbre parecen dispuestos a reencarnar ahí un régimen político que recuerda al que combatió la Revolución sandinista. Lo anómalo, lo esperpéntico, de ese regreso, es que se da de la mano de quien presidió la revolución triunfante contra Somoza.

Porque el actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, fue el presidente de la Revolución sandinista que derrotó al régimen somocista de su país.

El somocismo nicaragüense fue el gobierno de una persona y una familia, a lo largo de dos generaciones. Fue un modo oligárquico de gobernar, oprimir, repartir: una manera autoritaria, corrupta y violenta de gobernar Nicaragua.

Fue también, hay que decirlo aunque suene tan mal como suena, una “solución nacional”. Una solución aberrante, pero eficaz hacia adentro y funcional hacia afuera, una alianza anticomunista de militares, políticos y empresarios que gobernó despóticamente a Nicaragua durante los años de la guerra fría hasta que sus propios excesos crearon la revuelta que derrotó ese arreglo podrido: la Revolución sandinista.

Lo increíble de la Nicaragua de hoy es que uno de los dirigentes históricos de aquella revolución está siendo el artífice de un régimen que se parece enormemente a lo que combatió.

Daniel Ortega está construyendo un régimen autoritario, oligárquico, familiar, clientelista, que no le pide nada a la “solución nacional” somocista. A su manera, de hecho, la reencarna.

[email protected]