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En 1989, Giovanni Sartori definió: “Izquierda es hacer el bien a los demás, derecha el bien para sí; izquierda es Kant, derecha es Bentham”.

Cuatro años después, en un texto especial para el volumen Izquierda punto cero (que gloso aquí de la edición española de Paidós, 1996; edición italiana: Donzelli, 1993), Sartori precisó el sentido de sus palabras.

Había querido sugerir que “la ética fuerte es la de Kant (la ética del deber incondicional), mientras que la ética utilitarista de Bentham es una ética débil (es un cálculo hedonista)”.

La gran paradoja de la historia es que el ejercicio social de la ética débil, la ética del individualismo, produjo mayor bienestar social que los intentos de establecer en la tierra la ética del deber incondicional de todos para todos.

La ética del deber solidario inspiró las teorías revolucionarias que proponían la justicia, la igualdad, la fraternidad, la libertad, el desvanecimiento de la autoridad, de las jerarquías y del Estado.

Las consecuencias históricas reales de aquellas teorías igualitarias fueron lo contrario de lo que buscaban: más injusticia, más autoritarismo, más jerarquías, y una igualdad burocrática de economías escasas y servidumbres abundantes.

La ética dura de los de fines justos terminó en el socialismo real.

“Las únicas sociedades que han salido de la pobreza”, recuerda Sartori, “son las sociedades a las que la izquierda ha acusado implacablemente de practicar una explotación capitalista y burguesa”.

Ahí, los ideales débiles y hedonistas, incluso cínicos, de la ética utilitaria, produjeron los mayores niveles de igualdad que haya conocido la historia.

Para la vida práctica de la civilización, la ética débil de Bentham fue más eficiente socialmente que la ética dura de Kant. Las sociedades y las economías capitalistas cumplieron mejor los fines igualitarios de la izquierda que las sociedades y las economías socialistas.

Hay algo serio que pensar para la izquierda en estos dilemas de la ética, estas paradojas trágicas de los medios y los fines, las intenciones y los resultados, en que nos ilustró, tan sombríamente, el siglo XX.

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