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Al principio de su libro 2018: la salida, López Obrador cita al general Francisco J. Múgica, amigo del presidente Lázaro Cárdenas, diciendo que para lograr la prosperidad de México hacen falta dos cosas: “la simple moralidad” y “algunas pequeñas reformas”.

López Obrador no ha ido muy lejos para encontrar al personaje que encarna la reserva de “simple moralidad” que el país necesita. No ha tenido sino que mirarse al espejo. La reserva de simple moralidad que nos falta es él mismo.

Por eso él puede ser, dice en su libro, el instrumento capaz de poner fin a la corrupción que agobia a la República. Bastará hacerlo presidente, y la limpia vendrá desde arriba.

Los “comportamientos corruptos, aparentemente estructurales”, escribe, “se van a eliminar con relativa facilidad porque, entre otras cosas, el presidente de la república no será parte de esos arreglos y, por el contrario, se convertirá en el principal guardián del presupuesto y en promotor decidido de la nueva cultura de la honestidad dentro del gobierno y en la sociedad” (p.151).

“Los servidores públicos”, sigue López Obrador, “serán mujeres y hombres de inobjetable honestidad; ninguna persona con antecedentes de enriquecimiento ilícito podrá participar en el gobierno” (p. 127).

Para lograr esto, “se establecerá la obligación legal y moral de publicar la declaración patrimonial, la declaración de intereses y la declaración fiscal de toda la cadena de mando, desde los titulares de las dependencias hasta los órganos desconcentrados, delegacionales, entidades, órganos autónomos y poderes de la Unión, hasta el último funcionario que participa en los procesos licitatorios y de asignación de contrato de obras, adquisiciones y prestación de servicios” (p.127-28).

Esta es la mejor promesa verificable que hay en todo el libro de López Obrador.

Podría empezar desde ahora a pedir esta transparencia a sus compañeros de campaña, a los dirigentes que hay, y a los candidatos que vayan saliendo de su partido.

Podría también completar la suya, que se prestó en su momento a críticas porque presenta el perfil de un hombre que no tiene ingresos o los tiene de fuente no aclarada.

Pero está claro: la fórmula secreta de López Obrador es López Obrador.

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