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A dos semanas del aumento en el precio de las gasolinas, los saqueos cesaron pero las protestas continúan y en algunas ciudades se extienden. La ira sigue ahí y busca expresión lo mismo en marchas que en plantones y llamados a la desobediencia civil. Si, como se prevé, la gasolina sigue al alza, tendremos protestas para rato.

El gasolinazo no es la causa única de descontento. Llevamos años hablando del hartazgo por la política y los excesos del poder, del mal ánimo social y de la desesperanza. Aun así, como escribía la semana pasada en este espacio, no veo un escenario de protestas desbordadas que lleven a un colapso institucional. Tenemos un sistema político que permite canalizar electoralmente el conflicto y saldar cuentas en las urnas. ¿En qué forma?

Una posibilidad es que el enojo acumulado y las protestas se traduzcan en un gran movimiento político con un liderazgo claro, como ocurrió en los 80 con el Frente Democrático Nacional, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas.

Sobre la base de la crisis económica de 1982 y las megamarchas contra el Pacto de Solidaridad Económica, Cárdenas unificó a la izquierda y puso en jaque al sistema de partido “casi único”.

La decisión del PRD de salir a las calles este fin de semana y su llamado a formar un gran frente de izquierda contra el alza de precios podría ser augurio de ese gran movimiento. Faltaría un líder que le dé cohesión y rumbo.

Aunque Cárdenas ya alzó la voz y podría surgir alguien más, la cabeza natural sería Andrés Manuel López Obrador. Pero él podría tener otro cálculo: esperar las elecciones de este año y, sobre todo, del próximo, antes de exponerse al imprevisible escenario de las protestas.

Sin un dirigente así, el panorama se asemejaría más bien al de los años 90. Entonces, el malestar por la crisis económica y sus secuelas no generó un movimiento político nuevo ni paralizó al país. El cobro de factura se dio en las urnas, a través de los partidos existentes, con la pérdida de la mayoría legislativa del PRI en 1997 y de la Presidencia en el 2000.