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Leí las declaraciones del procurador general de la república, don Jesús Murillo Karam, en las que afirmó que los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa desaparecidos hace cuatro meses “fueron privados de la libertad, privados de la vida, incinerados y arrojados al río San Juan” en Cocula, Guerrero, en los terribles sucesos del pasado septiembre.

En conferencia de prensa y acompañado de Tomás Zerón de Lucio, director de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), Murillo Karam dio a conocer las conclusiones de la investigación que la PGR realizó para tratar de encontrar a los normalistas desaparecidos. “Ésta es la verdad histórica de los hechos -anunció un descansado y accesible procurador-, basada en las pruebas aportadas por la ciencia, como se muestra en el expediente, y que ha permitido ejercitar acción penal contra los 99 involucrados que han sido detenidos hasta hoy”.

El director de la AIC, Zerón de Lucio, informó que el pasado 15 de enero en Jiutepec, Morelos, se detuvo a Felipe Rodríguez Salgado, El Terco o El Cepillo, jefe de una célula de Guerreros Unidos conformada por una docena de informantes y sicarios, quienes eran los encargados de vigilar la plaza, así como realizar secuestros, homicidios y venta de droga en la zona.

En Internet usted puede encontrar un vídeo, producido por la PGR, en donde, auxiliándose de dibujos y efectos especiales, explican los hechos contando con la actuación de El Pato, El Jona, El Chereje y el primer actor Felipe Rodríguez Salgado El Cepillo o El Terco. Ellos, con su actuación, confirman el viejo dicho del gremio teatral: “A papel bien sabido no hay mal actor”. No en balde fueron sometidos a exhaustivos ensayos lo que propició que en la reconstrucción de los hechos actuaran de manera tranquila y relajada.

En el mencionado video se habla de Bernardo Flores Alcaraz, alias El Cochiloco (apodado igual que el personaje interpretado por Joaquín Cossío en la película El Infierno que a su vez tomó el remoquete del auténtico Cochiloco, el narcotraficante Manuel Salcido que fuera asesinado). Se dice que este Cochiloco -jamás terceras partes fueron buenas- lideraba al grupo de estudiantes que llegaron a Iguala y que estaba en el grupo de los que fueron incinerados. Pero da la casualidad que existe una nota del periódico Reforma, con fecha del 27 de septiembre, firmada por Jesús Guerrero, corresponsal del diario en Chilpancingo, en la que se reporta que Bernardo Flores Alcaraz -sin ningún apodo- fue muerto el día 26 a las 22.00 horas por policías municipales.

Incongruencias como la anterior son las que no entiendo. Sin embargo como forman parte de la verdad histórica, no entiendo por qué no entiendo.

A pesar de oír la científica explicación que dio el señor Zerón de Lucio sobre las altas temperaturas que durante mucho tiempo alcanzaron las llantas incendiadas que fueron el principal material utilizado para alimentar el fuego, que inició con diésel y gasolina como acelerantes, de la monumental pira en la que se calcinaron los 43 cuerpos de los normalistas, yo no entiendo y, lo peor, es que ni cuenta me doy que no entiendo, que en un basurero haya tantas llantas, leña y pet -envases de plástico- como para mantener durante 12 horas una fogata tan grande a más de 1000 grados centígrados. Además, ¿qué clase de asesinos son los Guerreros Unidos que dejan a sus víctimas calcinadas y trituradas como para que nadie las reconozca?

Y no quiero hablar aquí del tamaño y del resplandor de una hoguera a esa temperatura y durante 12 horas ni del olor que despiden 43 cuerpos calcinándose y otras cosas que no entiendo, ni trato de explicarme por qué no las entiendo, como el hecho de que los estudiantes hayan sido confundidos con los Rojos, la banda rival de los Guerreros Unidos, no obstante que éstos tuvieron oportunidad de hablar con ellos y comprobar que no llevaban armas ni que eran de su calaña. ¿Si bien robados, de cuándo acá los delincuentes viajan en camiones de línea? Aunque no entienda yo que no entiendo, intuyo que alguien que sabía que eran estudiantes y su procedencia dio la orden de asesinarlos. ¿Quién sería?

Otra cosa que no entiendo y, mucho menos, sé por qué no entiendo, es porque, así como hemos visto y oído las declaraciones de los delincuentes que participaron en el espantoso homicidio múltiple de los alumnos de la Normal de Ayotzinapa, no hemos sabido lo que han declarado la Pareja Imperial de Iguala, el ex alcalde José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda.

También me intriga sobre manera (por no decir que no entiendo que no entiendo) el porqué ya no se menciona al prófugo Felipe Flores Velázquez, que fuera secretario de seguridad del municipio de Iguala cuando la terrible matanza. Convertido en un fugitivo de bajo perfil no se comenta nada de su persona ni en los medios ni en el ambiente político, ¿será que sabe demasiado?

Lo que sí entiendo y entiendo bien es por qué al gobierno federal le conviene dar por muertos a los 43 estudiantes que en calidad de desaparecidos se prestaban para que familiares, amigos y simpatizantes realizaran constantes marchas y alborotos.

Entiendo y espero que el presidente Peña Nieto haya entendido lo que dijo, cuando expresó que la tragedia de Iguala “no puede dejarnos atrapados”.