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La metáfora política del año es una creación del honorable gobernador de Veracruz, don Javier Duarte de Ochoa, quien, mediante un Twitter, comparó la coalición partidista —obviamente se refería al PAN y al PRD— como un acostón pasajero, en tanto que él tiene un matrimonio con la sociedad veracruzana.

Una vez repuesto de la anonadación que me produjo el tropo gubernamental, trataré de poner en orden las ideas que éste me generó. Si consideramos que el nuestro es un país laico, me imagino que el susodicho matrimonio se celebró sólo por el civil. Aunque Duarte usó en su alegoría el masculino para designar al pueblo veracruzano, el redactor se atrevió a usar el mismo concepto pero en género femenino: sociedad veracruzana. Esto con el objeto de evitar malas interpretaciones de carácter sexual, sobre todo si se toma en cuenta que en otra de su frases memorables —cuya glosa dejaré para más adelante— el gobernador, en la relación matrimonial, asumió el papel de marido.

Decía mi general Castillo que el pendejo que celebra sus pendejadas se eleva al cuadrado. Estuve buscando en la cuenta de Twitter de @Javier-Duarte la redacción exacta del mensaje de referencia y ya no estaba, señal inequívoca de que su gente de comunicación social lo quitó por considerarlo perjudicial para su jefe. (Con esa expresión, Duarte de Ochoa reveló un talante vulgar y un dudoso sentido del humor). Una vez que la comparación hecha por don Javier, según él no iba dirigida a nadie en especial, causó irritación en las dirigencias del PAN y del PRD —únicos partidos con intenciones de coaligarse—, el gobernador veracruzano se mofó y comentó: “Yo nunca me referí a ningún partido político ni a ninguna alianza en particular, lo único que demuestra es que les quedó el saco”. (Lo cual a su vez demuestra que las intenciones del mensaje tuitero del góber iban dirigidas a ellos). Aquí es donde entra el aforismo del general Castillo con el que abrí el párrafo, sólo tiene una intención: la de ver a quién le queda la guayabera.

Continúo con la declaración del mandatario del rinconcito de patria —según Agustín Lara— que sabe sufrir y cantar: “Me denomino oficial y públicamente un esposo mandilón, está afianzado mi matrimonio con la sociedad veracruzana —ahora sí uso el femenino—, soy un mandilón sentido”. (A ver, pinche gordito —le ordena la sociedad veracruzana al mandilón de su marido— ve a un Oxxo y tráeme unos Frutsis y unos Pingüinos).

Una vez establecido quién es quién en la relación matrimonial, aunque mandilón, el marido quiere ejercer sus obligaciones maritales de carácter sexual. Ante eso, una noche sí y otra también, a la señora sociedad veracruzana le duele la cabeza.

Ay —se queja la sociedad veracruzana con una sociedad amiga— es que francamente veo a Javier entrar a la recámara en calzoncillos y dispuesto para que hagamos el sexo y mi libido sale corriendo. Ahora que, lo que sea de cada quien—continúa la sociedad veracruzana—, mentiría yo si te dijera que nunca he sentido placer con Javier, sí lo he sentido: cuando lo hacemos en la posición de misionero vieras qué gran placer siento cuando termina y deja de apachurrarme.

La verdad es que Javier al declararse marido mandilón miente como ha mentido en otras cosas. Y cada que quiere cohabitar, follar o mojar la brocha, lo hace porque para eso es el gobernador, para dejarse caer a la ciudadanía jarocha. (Verán ustedes que cuando termine su período, si no logra poner a quien le cuide las espaldas como él se las ha cuidado a Fidel, nos enteraremos de todo el Kamasutra que practicó con su esposa, la sociedad veracruzana).

Tras su comparación, el diputado estatal del PAN, Domingo Bahena Corbalá, me imagino que en plan de broma, calificó al gobernador como un esposo golpeador. El mandatario reviró que desprecia a los hombres golpeadores (¿de teclas?).

En youtube se puede ver un video estremecedor, dado a conocer por El Mundo de Orizaba, donde se constata que el gobernador es puro pájaro nalgón. La escena es dramática: nos muestra a la valiente señora Salcedo, madre de la joven Fernanda Rubí Salcedo Jiménez, quien lleva tres años y dos meses desaparecida, en el momento en que le pide al gobernador que la atienda. El sedicente mandilón de la sociedad sigue su marcha. Avanza más rápido rodeado de sus escoltas. La señora lo increpa. Le pide que se detenga. “Ah no, señor gobernador. No se escude. Sus fiscalías no sirven de nada (…) Aquí está su pueblo mágico donde nos desaparecen a nuestros hijos y usted como si nada”. Tal vez de nervios ante tamaña muestra de valor y dignidad, Duarte hizo una mueca parecida a una sonrisa. “Y no se burle. Quite su sonrisa porque yo no vivo desde ese tiempo”. El gobernador —si fuera hombre, se detendría— aceleró el paso, la madre de Fernanda Rubí le preguntó que cuándo podría recibirla. Condescendiente, el mamón ejecutivo le responde: “Le voy a decir al fiscal general”. “Ay, por favor —expresa la señora Salcedo con vehemencia y rabia—, ¿el fiscal? El fiscal es lo mismo que ustedes: pura corrupción”. El gobernador abraza a uno de sus acompañantes, se adelanta a la indómita madre, acelera el paso, y no se de qué, ahora sí, se le mira una sonrisa en los labios. ¿De qué se ríe?