El desenlace boliviano, por tanto, puede convertirse en el acontecimiento con mayor carga simbólica y estratégica de todo el actual superciclo electoral
Las elecciones generales de Bolivia no solo definirán el futuro inmediato del país andino, sino que también se insertan en un superciclo electoral latinoamericano —particularmente sudamericano— que, entre 2025 y 2027, pondrá a prueba la solidez y la orientación de las democracias de la región, así como la calidad e integridad de sus procesos electorales. En estos tres años, en Sudamérica tendrán lugar siete elecciones presidenciales: 3 este año; otras 3 en 2026 y 1 en 2027.
Este ciclo se inauguró a inicios de 2025 con las elecciones en Ecuador, que dieron como resultado la reelección de Daniel Noboa (derecha), y continúa ahora con los comicios bolivianos, los segundos de esta secuencia decisiva.
El calendario electoral sudamericano incluye hitos de enorme relevancia: las elecciones presidenciales en Chile, el próximo 16 de noviembre —donde el escenario más probable es también la alternancia y un giro a la derecha—; seguidas por tres procesos cruciales en 2026 —Perú, Colombia y Brasil—, y culminando en 2027 con Argentina.
El desenlace de todos estos comicios determinará si se confirma una tendencia hacia la alternancia política desde la derecha o centroderecha, o si, por el contrario, se consolida la continuidad de los actuales proyectos de centroizquierda e izquierda.
La dimensión regional es fundamental. Durante el último superciclo electoral (2021-2024), Sudamérica estuvo marcada por un predominio de fuerzas de centroizquierda e izquierda, que luego se atemperó parcialmente con gobiernos de derecha o centroderecha en Paraguay, Ecuador y Argentina. Excluyo de esta lista al gobierno peruano de la presidenta Boluarte, por la dificultad de ubicarlo ideológicamente, y al régimen venezolano de Maduro, por tratarse de una dictadura mafiosa.
Actualmente, en varios países emergen señales de fatiga ciudadana con los gobiernos de izquierda o centroizquierda, asociadas al malestar económico, a las crecientes demandas de seguridad, a la erosión de la confianza en las instituciones y, sobre todo, a la falta de resultados concretos.
En este contexto, las candidaturas de centroderecha y derecha aparecen bien posicionadas para disputar e incluso conquistar el poder en varios países sudamericanos.
En este marco, un eventual giro a la derecha en Bolivia —escenario probable a la luz de lo que proyectan las encuestas— reviste un significado especial. No solo marcaría el fin de 20 años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) —que desde la llegada de Evo Morales en 2006 definió el rumbo político, económico y social del país, salvo durante el breve periodo de gobierno de transición—, sino que también enviaría una señal potente al resto de la región: el inicio de una posible reconfiguración del tablero político sudamericano.
El desenlace boliviano, por tanto, puede convertirse en el acontecimiento con mayor carga simbólica y estratégica de todo el actual superciclo electoral, pues confirmaría que la alternancia no solo es posible, sino que podría convertirse en la tendencia predominante de cara a las próximas elecciones en América del Sur. Ello, salvo algunas excepciones donde la continuidad podría imponerse, ya sea desde la centroizquierda —con una posible reelección de Lula en Brasil en 2026— o desde la ultraderecha —con la eventual reelección de Milei en Argentina en 2027—.
