
¿Acaso no es la vida un sueño? En el agua clara, en el viento suave, en las flores que brotan, en los árboles que crecen. Todo es efímero, todo se desvanecerá. Las flores se marchitan, los ríos se secan, los hombres se van. Pero el canto perdura, en el eco de la existencia. Nezahualcóyotl “¡Por … Continued
¿Acaso no es la vida un sueño?
En el agua clara,
en el viento suave,
en las flores que brotan,
en los árboles que crecen.
Todo es efímero,
todo se desvanecerá.
Las flores se marchitan,
los ríos se secan,
los hombres se van.
Pero el canto perdura,
en el eco de la existencia.
Nezahualcóyotl
“¡Por favor, lo necesito aquí!” me dirijo a la noche estrellada, le pido que es indispensable el domingo su presencia, que sé que hará que todo vaya mejor. Así que cierro los ojos y lo deseo con todas mis fuerzas.
Cuando quiero acceder al mundo que traspasa esta realidad, se lo pido a la luna pero hoy está en su fase de gibosa menguante y no me hará caso. Más del 50% de su superficie es visible y está iluminada, pero no está completamente llena. ¡Qué lástima! Hace dos días, estaba redonda como una pelota pero no me acordé. A ver si las estrellas escuchan mi plegaria.
Llevamos un par de semanas con la mente puesta en nuestro Sembrando Futuro Fest, seis años ininterrumpidos buscando dejar tatuadas en el alma de quienes nos acompañan, una impronta en un tejido interno, que recuerde siempre las palabras conexión, conciencia y comunidad. En cada ocasión parte de mi trabajo está en buscar quien puede venir del pasado, o del mundo de los cuentos y leyendas a cubrir con su halo amoroso nuestro trabajo.
Dios y su corte celestial en sus múltiples manifestaciones están siempre muy ocupados con las plegarias de casi una tercera parte de la población mundial, así que me veo en la necesidad de implorar a otras manifestaciones de lo divino que no están tan ocupadas.
En mi petición pido la presencia de Nezahualcóyotl en su posición de Tlatoani de Texcoco, cuando el mundo corría entre los años 1402 a 1472. Necesito que llegue a primera hora este domingo 20 de Octubre en el Camellón de Vito Alessio Robles al sur de la ciudad de México, pues habrá que lidiar con muchas cosas.
Abro los ojos cerca de las cuatro de la mañana, está nublado, siento que la garganta se me cierra, y aparece mi amiga la ansiedad que se apea en forma de pensamientos catastróficos. Si llueve habrá que dejar que la jornada corra bajo la lluvia, y aunque ya la hemos hecho en otras ocasiones, una buena gripe podría asentarse en mi cuerpo y ya no estoy tan joven.

Comienzan a sudarme las manos y la molestia que esto implica, inhalo y exhalo, necesito apaciguar mi alma. “Se que vendrá, las estrellas le habrán pedido al río que se haga cargo de traerlo, como siempre lo hace, lleva seis años trayendo toda la ayuda que necesitamos, déjalo en sus manos”. Me digo en un soliloquio que retumba en las paredes oscuras de mi cuarto.
Comenzamos a llegar alrededor de las 7:00 AM, el frío arrecia, me he echado encima una chamarra muy delgada. No hay paso al camellón de Vito Alessio Robles, hay una carrera sobre Avenida Universidad que termina hasta las nueve. Ahora un nudo aparece en la boca de mi estómago. Mi mente revolotea con un sin fin de cuestionamientos ¿Qué haremos con todas las mesas, con los talleristas, los bazaristas, la función de teatro guiñol, con el Colilla Challenge, con todos los alumnos de las escuelas y con todos a los que convocamos, será que el trabajo de tantas manos se desvanezca debido a esto? “El vendrá, confía, el río se hará cargo” repito en tono de oración, encontrar como rendirme a lo que no puedo controlar siempre me ayuda.
De pronto a lo lejos aparece con armadura de un textil flexible llamado ichcahuipilli. Una vestimenta que ofrecía protección en combate, símbolo de su estatus. Trae su espada de obsidiana (macuahuitl), representando tanto su habilidad militar como su conexión con la cultura mesoamericana. Un casco elaborado, adornado con plumas representando su linaje, y una piel de venado para mitigar el frío.

El aire frío entra a mis pulmones, limpiando y quitando el nudo. No puedo evitar sonreír, ahora todo estará bien. De pronto las patrullas nos dan permiso de pasar. Mis ojos se cierran y coloco una mano en el corazón en símbolo de agradecimiento, luego busco sus ojos para darle la bienvenida.
A las 9:00 en punto arrancamos, dando gracias a todos los que nos hemos dado cita para la jornada. Por detrás de un evento así hay tantas personas involucradas, que sería difícil nombrarlas a todas, un tejido de manos que juntas se conectan con un mismo fin: abrir conciencias. Pues el río al día siguiente estará igual de cochino, las colillas seguirán apareciendo, pero algunos de los que pasen por ahí mientras llevamos a cabo el festival, quizá salgan curiosos, distintos, buscando preguntas para comenzar a mirar con nuevos ojos.
Tal vez quedarán asombrados al saber que es el mar el que más oxigeno produce, que los tiburones no comen personas porque no somos fuente de su cadena alimenticia. Aprenderán algo de música, de como la salud mental y la espiritualidad son bastiones indispensables en el proceso de despertar ¿será suficiente? No, de ahí hay que comenzar a hilvanarnos de nuevo, suturando y limpiando las heridas de nuestra desconexión, para comenzar a hacer proyectos concretos que cambien el curso de lo que nos está pasando.
Veo a mi invitado que camina lentamente entre los árboles, observando las colillas, los desechos, la extraña mezcla de árboles no nativos del camellón, como eucaliptos y jacarandas que fueron sembrados con buenas intenciones pero resultaron ser invasivas, compitiendo con las especies originarias, alterando el equilibrio ecológico.
Escucha el ruido de los coches que le distraen, el canto de los pájaros. Le cuesta respirar y lo oigo toser, el aire lleno de contaminantes es nuevo para sus pulmones. Con un palo empuja un pañal desechable preguntando “¿qué es…?” Sé que está pensando que faltan muchas especies, alcanzo a oír un lamento, “¿que hemos hecho?”.
Yo, mientras me conecto con el corazón, al Rió Magdalena en Barranquilla Colombia, con la Reserva ecológica del Parque Estadual de Itapuã Brasil y con Zapopan, Jalisco, que han dicho que se unen y estarán al mismo tiempo haciendo una jornada con la consigna de “DEJAR UN MEJOR ESPACIO QUE EL QUE ENCONTRAMOS AL LLEGAR”. Una versión parafraseada de la frase original de Voltaire que dice : “Dejaremos este mundo tan necio y tan malvado como lo encontramos al llegar.” Quizá me gusta más la primera versión, la que siempre usamos aunque no sea la original, pues soy una romántica que cree que todavía somos capaces de revertir el daño que le hemos hecho a nuestro pequeño planeta azul.
Más allá de la apariencia de mi invitado, lo que realmente lo definió mientras gobernó estas tierras, fue su carácter. Un hombre de letras y un pensador profundo, conocido por sus reflexiones sobre la vida y la muerte, con una poesía profunda, que abordó la fugacidad de la existencia y el respeto por la naturaleza.
Mientras se llevan a cabo todas las actividades planeadas para este día, una ráfaga de viento empuja su voz y escucho en forma de su susurro:
“Esto que hacen es un acto de restauración no sólo del entorno físico, sino también del equilibrio espiritual y cultural que hemos perdido.
El agua es vida; al limpiar nuestros ríos, limpiamos también nuestras almas. Cada acción cuenta en el tejido del universo. Nunca olvides que el legado de nuestras acciones y pensamientos, puede perdurar en la memoria colectiva y en la naturaleza misma por generaciones”.
Quedamos satisfechos, diez horas duró la intensa jornada, me despido de cada uno con los ojos mojados de emoción, me acerco a Nezahualcóyotl que significa coyote en ayuno, en náhuatl.

Antes de adoptar el nombre de Nezahualcóyotl, se le conocía como Acolmiztli, que significa “garra de jaguar”, un título que representaba su juventud y fuerza. En su vejez, también fue llamado Yoyontzin, que se traduce como “el que habla al caminar”, reflejando un estilo de vida más contemplativo y sabio. Le digo que agradezco al infinito su participación, que espero que alguien haya podido verlo como yo, me dice que se quedará un rato más, necesita integrar este nuevo paisaje, buscar entender cómo llegamos hasta aquí.
Llego a casa con los huesos molidos. Caigo en un sueño profundo y en él, me encuentro de nuevo con mi invitado, ha estado inquieto revisando el estado penoso de su hermoso valle. Se sienta junto a mí, cerca del nacimiento del Río en el Cerro de San Miguel, y me pregunta si puedo explicarle que paso.
Comienzo contándole que según entiendo, uno de los daños ecológicos que los españoles causaron al llegar al Valle de México, fue la desecación del Lago de Texcoco. Proceso que comenzó tras la conquista, cuando se implementaron cambios drásticos en la gestión del agua y el uso del suelo. Esta transformación del paisaje lacustre afectó gravemente el ecosistema local, provocando la pérdida de biodiversidad y alteraciones en el clima regional.
Lo veo agachar la mirada cuando narro, cómo la población quedó diezmada por el impacto devastador, debido a epidemias de enfermedades traídas por los conquistadores, viruela, sarampión y gripe. Causando una mortalidad masiva, ya que no tenían inmunidad a ellas.
Hernán Cortés llegó de España apenas con cuatrocientos hombres, pero formó alianzas cruciales con pueblos enemigos de los mexicas, como los tlaxcaltecas, quienes aportaron un gran número de guerreros y conocimiento del terreno. Aunque numéricamente inferiores, los españoles contaban con armamento avanzado, incluyendo armas de fuego, caballería y armaduras, que les otorgaron una ventaja táctica en las batallas. El uso de la infantería organizada y la movilidad de la caballería les daba una ventaja avasalladora.
En batallas clave, como la Batalla de Otumba, lograron resistir y contraatacar exitosamente, lo que les permitió replegarse y reorganizarse. La falta de cohesión y unidad entre los pueblos indígenas también jugó un papel importante, muchos grupos estaban descontentos con el dominio mexica y vieron en los españoles una oportunidad para liberarse.
Los españoles vieron a México como una fuente inagotable de recursos y riquezas, lo que llevó a una explotación intensiva del medio ambiente. Aunque existía una cierta conciencia sobre la devastación de estos recursos, su ambición por el oro y otros metales preciosos predominó en sus acciones. A pesar de que la Corona Española emitió leyes (como la Ley de Indias) para regular la explotación de recursos, estas fueron poco efectivas debido a la creciente demanda de madera y otros materiales para las actividades extractivas. Los funcionarios coloniales a menudo ignoraban estas regulaciones en favor de intereses económicos inmediatos.
En cuanto al Rio Magdalena, el daño comenzó a intensificarse a partir del siglo XX, especialmente con el crecimiento urbano y los asentamientos irregulares de la década de 1930. Durante este período, el río fue parcialmente entubado como parte de las obras de saneamiento y urbanización, lo que contribuyó a su deterioro ambiental. Se suponía que esto además controlaría las inundaciones y gestionaría el agua, pero resultó en la contaminación del río, ya que comenzó a ser utilizado como vertedero de aguas residuales y desechos urbanos, mientras los bosques eran talados a mansalva.
Hoy fluye libremente todavía a lo largo de una parte de sus 28 kilómetros desde aquí, pero solo hay 14 kilómetros que corren a cielo abierto. Sus aguas transparentes en esta parte son un símbolo, que nos recuerda los ecosistemas que una vez dominaron la región, ahora mayormente urbanizada”.
El Tlatoani baja la mirada afligido y responde:
“En la época prehispánica, este río tenía un profundo simbolismo para las culturas indígenas que habitábamos el Valle de México, y era un eje central en nuestra cosmología, dándole peso a la conexión entre lo terrenal y lo espiritual.
Era parte de una vasta red de ríos y lagos que sustentaban a las comunidades de la zona, proporcionando agua para la agricultura y el consumo de todos, incluyendo las especies de flora y fauna.
Entonces su curso se consideraba sagrado, y las aguas eran esenciales para rituales y ceremonias. Vínculo entre las personas y la naturaleza, reflejando la interdependencia de los ecosistemas locales”.
Se hizo un silencio apesadumbrado entre los dos pero yo continúo diciéndole: “Se estima que al menos 18 especies de animales han sido documentadas como extintas en México, claro que esto varía según la fuente que uno consulte, muchas de ellas debido a la actividad humana, incluyendo la caza, la transformación del hábitat y la introducción de especies invasoras, como los árboles y plantas, que no reconociste en el camellón.
Desde la conquista, lentamente su caudal se fue eclipsando por la contaminación y deforestación, amenazado por la expansión urbana y el entubamiento parcial de su cauce, y eso fue lo que despertó el alma de un grupo de personas que hemos decidido que no muera, abriendo un símbolo de resistencia y esperanza para la recuperación ambiental en la ciudad”.
Yo le cuento que el 7 de Julio de 2017 “el río me habló”, y que cuando digo esto, lo primero que sucede es que las personas a mi alrededor comienzan a dejar el espacio con la excusa de que tienen una junta, atender una emergencia o algo más.
Yo sé que para él no es algo extraño, pero en este siglo donde el pensamiento mágico ha desaparecido, la condena es hacer a un lado a quien dice cosas así, excluyéndolo poco a poco.
Yo le digo que siempre me ha gustado pensar que fue así, aunque nadie lo crea, que hace siete años él me enseñó sus malolientes aguas, fruto de nuestra desconexión con el planeta. Fue él quien me ayudó a quitar el cochambre de mi alma dormida, quien me susurró “límpiame” y me hizo ver su caudal lleno de asquerosos residuos.
Pude entonces darme cuenta de mi desconexión, hasta el punto de dolerme. ¿Cuál ha sido mi huella en el planeta cuando me vaya, cuantos miles de kilos de basura voy a dejar sobre la tierra como recuerdo de mi paso por aquí?
Entonces fue cuando pude ver que así como está él, estamos todos por dentro, que él es sólo una radiografía que se reviste de millones de toneladas anuales de desechos inservibles, producto de nuestra forma de vida.
Así nació la idea de ir tejiendo una comunidad para poder empezar a despertar juntos, porque pasa que cuando se van cayendo las capas que cubren el alma debido a la vida que llevamos, ya no hay retorno, uno ya no puede alegar que no sabía, o que no se había dado cuenta.

Entonces él recalca sobre la importancia de vivir en armonía con la naturaleza y la comunidad, enfatizando que los seres humanos deberíamos aceptar nuestro lugar dentro del orden natural, y actuar de acuerdo con la razón, viviendo en consonancia con la naturaleza. Y sí, esto se traduciría en el respeto profundo por el entorno y un reconocimiento de la interconexión entre todos los seres.
“Cada uno somos parte de una comunidad más amplia, lo que implica un deber hacia los otros y hacia nuestro entorno. Aunque no podemos controlar los eventos externos, sí podemos controlar nuestras respuestas a ellos.
Entonces quizá se daría importancia al equilibrio interno y externo, necesario para promover la armonía entre la salud mental y el medio ambiente, a través de su cuidado con un enfoque integral.
Es regresar al respeto profundo por el medio ambiente, y el poder entender el tejido más amplio que incluye la idea de que todo está interconectado. El ciclo natural de las cosas y cómo los humanos deben aceptar su lugar dentro de este ciclo”.
Desperté sonriendo, en mi sueño no hay despedida, imagino que él se quedara por aquí, y yo me lo encontraré de tanto en tanto, cuando lo invoque para que cante sus hermosos versos, tras mi ventana escucho el canto de un Mirlo garganta blanca, y entonces me embriaga un estado de bienestar.
DZ
Algunos párrafos fueron sacados de un artículo de Publimetro, publicado el domingo 27 de octubre de 2024, llamado “Domingo 20 de Octubre 2024”, en la sección de Opinión, que es de mi autoría.
Nota al margen.
El primer tramo a cielo abierto del río Magdalena, se encuentra en la zona de conservación de la Magdalena Contreras, donde algunas comunidades primigenias de la zona lo cuidan.
En los años 30 los asentamientos irregulares necesitaron donde depositar el agua de sus desagües, y entonces en ese tramo se entubó. Ese drenaje sale a Presa Anzaldo a cielo abierto, donde llegan las aguas sucias del Río Eslava y el Río Texcalatlaco. Revueltas sus aguas, más adelante se entubaron, específicamente a lo largo de la Avenida Río Magdalena. Este tramo continúa cruzando las avenidas Revolución e Insurgentes, y posteriormente sigue entubado por Chimalistac (Avenida Paseo del Río) hasta llegar a la altura del templo de Panzacola, donde el domingo hicimos la limpieza del río hasta los viveros de Coyoacán.
Isy, Oli, Yanina, a los topos de Tlatelolco, a Claudia y Beate que organizaron los talleres, a Norma, Enrique y Ana Paula, al Círculo femenino y cada participante de estos, a los bazaristas, al teatro guiñol, a todas las escuelas que trajeron a sus alumnos, a los que pasaron y gozaron de un domingo distinto, gracias, gracias siempre. A las autoridades y vecinos de la zona, esto no se hubiera podido realizar sin sus permisos y colaboración.