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Hace muchos años, cuando no se habían puesto de moda las encuestas (para ser exactos, en 1980) visitamos mi hermano Fernando Alcalá y yo las oficinas centrales de la mamá de todas las encuestas, la compañía Gallup, en Princeton, New Jersey. Por encargo de nuestra empresa, Gallup hizo la primera honesta encuesta de las preferencias electorales de nuestro país. Pese al profesionalismo de esta institución, desde entonces entendí la mecánica que se esconde detrás de los cuestionarios sobre cualquier preferencia, que originalmente fueron diseñadas para Procter and Gamble y Colgate Palmolive Inc. para promover sus jabones de baño y detergentes de ropa.

En México, poco más tarde, con la docilidad con las que se copian los modelos extranjeros, las encuestas comerciales, pero especialmente las políticas, fueron reproducidas con dolo. Para decirlo en términos llanos, dime cuál quieres que sea el resultado de la encuesta y yo te la hago.

Pocos ciudadanos reparamos en la metodología de estas supuestas mediciones. Hace un par de semanas la publicada por el grupo editorial Reforma, que no tiene un centavo de legitimidad editorial, anunció –y fue reproducida urbi et orbi- la aplastante supremacía de la candidata del presidente López a sucederlo sobre los otros dos contendientes. Si leemos la letra chiquita nos enteramos que el periódico grandote, que no es un gran periódico, preguntó a mil mexicanos con credencial para votar en todo el país,por quien votarían para presidenta si las elecciones fuesen el día de la encuesta, arrojando una mayoría aplastante por la delfina de López Obrador.

Según las cifras del INE, que antes de que lo desmadre el presidente López sigue siendo confiable, somos 48 millones 173 mil 500 hombres y 51 millones, 859 mil ciento cuarenta y cinco mujeres los que integramos el padrón electoral de este país al 27 de marzo pasado. Para acabar pronto, más de cien millones de adultos pensantes y votantes. ¿Puede pronosticarse la conducta de todos nosotros preguntándole a mil personas su opinión?

Todavía enseñan en las escuelas que la república la integran 31 estados y una capital del país. Si la matemática no ha cambiado, deben haberle preguntado a 30 personas y un cachito en cada entidad, para acompletar los mil opinantes. En mi estado, que tiene 51 municipios, no alcanzaron a entrevistar a un ciudadano por municipio, y miren que habemos muchos. Ciudadanos. No quiero imaginar la encuesta en Oaxaca, por ejemplo. ¿Así se pronostica el futuro de un país?

Aún y si las encuestas de preferencias electorales para el dos de junio que viene fuesen honestas como no dudo que las de Gallup siguen siendo, hay todo un trastupije tras el telón que son los resultados repetidos ad nauseaum sobre lo que nosotros pensamos y estamos convencidos de querer. Es la seducción. La función de esos estudios de mercado es convercernos de una verdad inventada, que siempre beneficia a la institución estatal. Si ya la mayoría dice quién ganó antes de votar, ¿qué caso tiene perder el tiempo acudiendo a las urnas? El abstencionismo es una forma de votar porque nada cambie.

Aguas con eso.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Ya sólo faltan 61 días.

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