Minuto a Minuto

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            Sobre esto mismo Sheinbaum, se refirió a una publicación en el sentido de que debe pintar su raya con López Obrador a lo que exclamó que ¡Nunca! Eso sería pintar la raya con el pueblo de México. ¡Nunca!, remató
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Embajada de Israel en México expresó que "desconciertan los ataques y violencia" en su contra, así como el uso de símbolos que "llaman al exterminio de los israelíes"
Nacional Paso de “Chris” dejó dos lesionados en Veracruz
Debido a los encharcamientos, deslizamientos de tierra y viviendas anegadas, se activaron refugios temporales en todo Veracruz
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Las autoridades llamaron a la población a evitar acercarse o cruzar avenidas y/o calles inundadas e informó de la habilitación de tres albergues
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Cristiano Ronaldo repasó su "tristeza inicial" después de fallar frente a Eslovenia un penalti en la prórroga que provocó sus lágrimas

La precisión es amiga de la verdad, y cuando se trata de verdades que muchos comparten, verdades que son moneda de uso común o de convicción general en muchas cabezas, la precisión añade un brillo a la verdad de todos, en tanto que la resume y vuelve a decir las cosas como por primera vez. Se me ha ocurrido esto leyendo el artículo de María Amparo Casar del día de ayer en Excélsior, que empieza por preguntar si la movilización en apoyo del gobierno decretada por éste para el próximo domingo debe llamarse “Marcha” o “Desfile”.

La marcha del 13 de noviembre, precisa Casar, fue “con el único propósito de defender un órgano garante de la democracia”, un bien de todos. La movilización del domingo entrante, precisa Casar, tiene como “único propósito mostrar la fuerza de quien ya detenta el poder”. La marcha del 13 “fue en favor de preservar la alternancia”. La del 27, “en favor de inclinar la balanza para mantenerse en el poder”.

“La marcha del 13”, sigue Casar, “fue en favor de la pluralidad, la del 27, en favor del hombre fuerte”. Nadie eligió a un “hombre fuerte” en las elecciones de 2018. Fue elegido un presidente de todos los mexicanos, un jefe del Estado, no de su partido, menos aún de su voluntad única, dentro del gobierno y del Estado. Las precisiones que agrega Casar a este propósito no tienen desperdicio: “Como jefe de Estado, el presidente debiera representar a todos los mexicanos.

Está en la naturaleza de la función propiciar la unidad nacional o, si se quiere, la unidad en la diversidad. “No se puede encarnar a la nación si el Presidente se asume como agitador, exalta los ánimos de unos contra otros, perturba la convivencia social y atenta contra las instituciones del Estado”.

Sigue Casar: “México está tocando un límite peligroso por la polarización que ha creado el presidente de la República. Si sigue como hasta ahora, López Obrador será recordado por haber sido el gran polarizador y no el gran transformador”.

Concluye: “El 27 habrá un desfile, no una marcha. Medir fuerzas en la calle tiene poco de hombre de Estado y mucho de agitador”.