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#LaPeorMamá Me volví mamá chantajista
Foto de Archivo

Hoy tengo que confesar que tengo una tremenda cruda moral. Una de esas que sentimos las mamás cuando nos entra la culpa por algo que le hicimos o dijimos a nuestros hijos. 

Hoy creo que si mis alumnos me hubieran visto, me pedían su dinero de regreso. 

Ayer perdí la paciencia, me desesperé y dejé que mis emociones salieran de forma muy irresponsable. ¿Por qué? Pues porque así pasa, porque por más que yo quiera educar amorosa y respetuosamente, el enojo y la frustración me rebasan. 

Durante las últimas semanas mis hijos, sobre todo mi hija, han tenido esta actitud de negatividad ante todo. 

  • No quiero ir a la escuela, no me gusta. 
  • No quiero ir a la natación, no me gusta.
  • Ay al club no. 
  • No quiero hacer tarea. 

Y la última y que detonó mi desesperación, cada vez que la recogía de la escuela: 

  • Es que no sé qué me pasa que cada vez que me subo al coche me enojo.

Así leyéndolo veo que no parece tan grave, pero lo dice gritando y llorando lo más alto que puede durante un trayecto de 5 minutos si tenemos suerte y vamos a la casa o de 30 minutos si vamos al club. 

Como ya decía, esto llevaba ya unas 3 semanas. Y cada vez que ocurría, yo recurría a las herramientas que conozco, escuchaba su corazón, buscaba ser empática, daba abrazos y besos. ¿Me enojaba? Claro, no soy de piedra. Pero respiraba e intentaba no engancharme. 

Ayer de plano se descontroló jajaja. Y noten por favor que la risa es nerviosa. 

Llegamos del club con la misma cantaleta. No quiero cargar mi maleta, no quiero hacer tarea, no quiero bañarme, no quiero ayudar con la cena, no quiero, no quiero, no quiero. Y pues ahí se me fue la paciencia, y todo lo demás. 

Y ustedes pensarán, se puso a gritar como loca pero no. De plano me entró la lloradera, incontrolable, sin parar y me salió la madre chantajista desde dentro:

¿Ustedes creen que a mí me encanta levantarme temprano para hacerles lunch, o esperar una hora afuera de la escuela a que salgan para que sean de los primeros a los que recogen, o manejar una hora para llevarlos al club a que hagan o pasar no sé cuanto tiempo cocinando algo que luego ni se comen? Pues no, a veces me encantaría no hacer nada, o hacer cosas solo para mí. Pero ahí estoy, haciendo todo por ustedes porque los amo pero de verdad que me rebasa su actitud. Estoy cansada de que nada quieren, nada les gusta. Ya no puedo más.

Y para cuando llegue a ese punto ya ni se me entendía del llanto que me invadió. 

Otra cosa que nos invadió fue el silencio. Mis hijos se quedaron pasmados. Mi marido, que me conoce mejor que ellos me tomo de la mano y me agradeció todo lo que hago por ellos. 

Los niños me abrazaron sin decir palabra, lavaron sus platos, se lavaron los dientes y se metieron a la cama sin chistar. 

Yo me dormí con el corazón apachurrado porque no me gustó como actué. 

Y ahora traigo esta cruda moral que no sé si se curará con un clamato. 

En fin, a seguir intentando ser la mamá que me gusta ser para mis hijos que este camino es largo y lleno de baches. 

Un abrazo a todas las mamás que sufren la cruda moral como yo. 

Gracias por leer 

#LaPeorMamá