El Presidente despidió en estos días al responsable del Tren Maya, Rogelio Jiménez Pons, porque no pudo cumplir con lo que esperaba de él la gran transformación decretada, sino que hizo del Tren Maya un batidillo de sobrecostos y árboles talados
Se reía Edmundo O’Gorman de que alguien pudiera escribir la escena de un campesino europeo del siglo XVII que se despidiera de su mujer diciéndole: “Adiós, me voy a la guerra de los Treinta Años”.
Desde que empezó su presidencia el presidente López Obrador se ha estado yendo a la Cuarta Transformación. Antes de que tomara su primera decisión como presidente ya estábamos en un cambio mayúsculo, continuación y clímax de los tres que había tenido el país: la Independencia, la Reforma, la Revolución.
Antes de ser presidente, el futuro presidente ya era un sucesor del cura Hidalgo, Padre de la Independencia, de Benito Juárez, Prócer de la Reforma, y de Francisco I. Madero, Mártir de la Revolución.
Desde el arranque, en su discurso, López Obrador se equiparaba con los personajes emblemáticos de las grandes transformaciones del país y nosotros los mexicanos éramos ya los beneficiarios de la decretada Cuarta Transformación de nuestra Historia.
El Presidente despidió en estos días al responsable del Tren Maya, Rogelio Jiménez Pons, porque no pudo cumplir con lo que esperaba de él la gran transformación decretada, sino que hizo del Tren Maya un batidillo de sobrecostos y árboles talados. El Presidente explicó su decisión históricamente: “Podemos querer mucho a una persona pero si… no internaliza de que estamos viviendo un tiempo histórico, un momento estelar de la historia de México, (si) está pensando que es la misma vida rutinaria del gobierno, que todo es plano, que no importa que se pase el tiempo, pues entonces no está entendiendo que es un cambio profundo”.
No quiero pecar de exégeta ni de incrédulo, pero acaso lo que le pasó a Jiménez Pons es que, efectivamente, él no está viviendo en un tiempo estelar de la historia de México, sino en el tiempo rutinario del México de siempre donde se planean mal y salen mal las obras públicas.
Jiménez Pons no pudo mudarse a ese lugar decretado de la historia de México donde la Cuarta Transformación ya sucedió, el Tren Maya fue un éxito y el presidente López Obrador ya está inscrito, junto con Hidalgo, Juárez y Madero, en el muro de las grandes transformaciones de la patria.