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Duró poco en boca del Presidente la candidatura presidencial de la jefa de gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

Anteayer dijo el Presidente que el proceso sucesorio de Morena volverá a las encuestas y que será candidato presidencial quien gane las encuestas. Las encuestas de Morena han sido un método eficaz para evitar la aventura de tener elecciones primarias, organizar el proceso electoral, dar garantías a todos y contar voto por voto. No hay partido mexicano, salvo un tiempo el PAN, que haya podido celebrar elecciones primarias.

En la cultura de los partidos políticos de México, las primarias no son garantía de libre acceso a la competencia, sino de reclamos y escisión.

Morena resolvió el crucigrama inventando una forma superior del antiguo dedazo priista, aquel procedimiento mediante el cual el presidente escogía a dedo al triunfador y los perdedores lo celebraban.

Morena creó lo que habría que llamar el dedazo demoscópico, consistente en que los jerarcas del partido diseñan unas encuestas que dejan amplio margen a la interpretación, contratan luego a su gusto casas encuestadoras, meten los resultados al perol de su diseño previo y definen según su criterio quién ganó.

Fue mediante este método que, en 2011, Marcelo Ebrard ganó en parte las encuestas de la candidatura presidencial del PRD, pero las perdió también en parte frente a López Obrador, y le cedió a éste, gentilmente, sin reclamos ni recuentos, la candidatura de 2012. Los malquerientes llaman ya a este procedimiento “corcholatazo demoscópico”, porque el Presidente tuvo el desliz de llamar “corcholatas” a sus precandidatos presidenciales.

La expresión “corcholatazo” disminuye, desde luego, el fondo científico, digno del nuevo Conacyt, del procedimiento.

Porque lo que sucede con esto de las encuestas de Morena es que la disciplina demoscópica se convierte en una forma científica de medir la voluntad del pueblo. El Presidente parece haber devuelto al burladero de las encuestas lo que era hasta ahora su apoyo decidido a la candidatura presidencial de la jefa de Ciudad de México. Decía Monsiváis: “O ya no entendemos lo que está pasando, o ya pasó lo que estábamos entendiendo”.