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Con muy malos augurios y con inadmisible violencia empieza el trato de los nuevos alcaldes de oposición electos en la Ciudad de México con las autoridades constituidas.

Un cerco de policías que impedía el acceso al Congreso detuvo en la calle a los alcaldes electos que querían entrar a la sesión; zarandearon a varios, dieron toques eléctricos a otro y a la nueva alcaldesa de Álvaro Obregón, Lía Limón, le abrieron la nariz con un escudo.

El incidente basta como síntoma de dureza por parte del gobierno de la ciudad frente a sus nuevos interlocutores, que gobernarán a cuatro y medio millones de capitalinos.

La marcha de los electos al Congreso, donde se tomaban decisiones que disminuirán sus facultades, era el resultado de endurecimientos previos. En primer lugar, la dureza política: el hecho de que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, no los haya recibido siquiera protocolariamente, luego de más de dos meses de la elección del 6 de junio.

En segundo lugar, la dureza administrativa: la autoridad capitalina ha atrasado todo lo posible el proceso de transición del gobierno de los viejos alcaldes a los nuevos, lo cual ya es una forma de entorpecer el desempeño de éstos últimos.

Si la relación de las autoridades constituidas con las recién electas va a guiarse por estas durezas, el gobierno de la ciudad será un cajón de discordias, con los ciudadanos en medio, padeciendo las consecuencias de una gestión gubernativa de por sí deficiente, agravada ahora por el espíritu faccioso. La ofensiva en las redes oficialistas tratando de dibujar el incidente como una provocación de las víctimas, es elocuente.

El doble carácter de precandidata presidencial designada y de jefa de Gobierno con que se mueve hoy Claudia Sheinbaum, no hace sino agravar las cosas. La vuelve un blanco más deseable para sus adversarios políticos, de dentro y de fuera de su partido, y al parecer la endurece frente a la oposición.

“La política no es circo”, dijo Sheinbaum, comentando el incidente La rijosidad tiene que ceder el paso a la colaboración democrática. La ciudadanía quiere, eso votó, una ciudad plural, no una ciudad facciosa.