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Nada cuesta imaginar el siguiente escenario:

La recesión económica del 2020 arrasa empleos formales, negocios viables, adelgaza a la clase media, hace pasar la línea de la pobreza hacia abajo, a 10 o 12 millones de personas.

La economía se encoge, se contrae la inversión privada; la extranjera desaparece virtualmente, la nacional se esconde en espera de mejores tiempos o quiebra sin más, en la mortandad de pequeñas y medianas empresas que sucede a la pandemia sanitaria.

Millones de mexicanos quedan a la intemperie, sin trabajo, sin ingresos, sin seguro de desempleo ni protección social.

En el campo yermo de inversiones y de oportunidades, queda sin embargo un actor que puede fortalecerse económicamente, en lugar de seguir la deriva de su sociedad. Ese actor es el gobierno federal.

El gobierno federal tiene una línea de crédito abierta con el Fondo Monetario Internacional por 60 mil millones de dólares. Tiene un trato por otros 60 mil millones con la Reserva Federal estadunidense. Su nivel de endeudamiento es bajo, sobre todo comparado con lo que sucede en el resto del mundo. Puede aumentar esa deuda, sin escándalo de nadie, 3 o 4 puntos del PIB.

El gobierno ha ahorrado a rajatabla, a costa de la sociedad y del propio gobierno. No sabemos cuánto hay en sus cuentas de subejercicio presupuestal, pero ahí también tiene dinero. Y le quedan 150 mil millones del fondo de estabilización que le dejaron los neoliberales.

Ha puesto ya la mirada en los recursos de las afores, cuentas de ahorro privado para el retiro que valen como 16 por ciento del PIB, unos 4 millones de millones de pesos.

Conforme la recesión y la desesperación aumenten, el gobierno recibirá una presión creciente para meter a sus arcas y gastar al menos parte de esos recursos. Hacia finales del año podríamos estar en la gran paradoja de un gobierno enormemente rico frente a una economía privada encogida y una sociedad empobrecida.

Ideal para la utopía pobrista: un gobierno forrado de dinero en la única loma de abundancia de la crisis, la abundancia de la hacienda pública. De los pobres será el reino del gobierno rico. Y del dueño del gobierno.