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La absorción del discurso político de México por el presidente López Obrador es un confinamiento adicional al que estamos sujetos los mexicanos en la hora del coronavirus.

Salvo en una franja de la prensa y de las redes sociales, no hay en el mundo político nada que desafíe, contradiga o equilibre la ubicuidad de ese discurso.

No que ese discurso convenza a todos, sume voluntades o aplane las críticas. Por el contrario, como muestran las encuestas recientes, el discurso único presidencial va perdiendo el acuerdo mayoritario y tiene una desaprobación creciente en la ciudadanía.

Pero la ocupación del espacio político por ese discurso, entre otras cosas por su ubicuidad y su repetición, es casi total.

Nadie en el ámbito del poder político, ni los partidos de oposición, ni los poderes constitucionales y locales, ni los poderes fácticos, compiten con el discurso único del Presidente.

Esta especie de totalitarismo del discurso presidencial, impermeable a ningún cambio, es particularmente opresivo cuando el país se enfrenta a una de las crisis económicas y sociales más graves de los tiempos recientes.

El discurso único del Presidente predomina en el momento en que gran parte de la población entiende que el Presidente está equivocado; que el rumbo que ha decidido tomar puede ser catastrófico para todos, empezando por aquellos a quienes quiere beneficiar.

Financial Times ha reportado el desacuerdo de uno de los personajes públicos que con mayor persistencia ha tratado de tender un puente de concertación entre empresarios y gobierno, el presidente del Consejo Coordinador, Carlos Salazar Lomelín.

Si la estrategia tomada por el Presidente “no funciona”, dijo Salazar, “y llegamos a un 10 por ciento de caída en el producto interno bruto y a la pérdida de 1 millón de empleos, con la tragedia humana que esto implica, el único responsable será el que nos cerró la puerta”.

Quizá sólo el fracaso pueda ser la carísima llave que abra otra vez las puertas, active otras voces y termine con el doble confinamiento, sanitario y político, en que nos tienen metidos el coronavirus y el pensamiento único presidencial.