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Hace apenas tres lustros celebrábamos la alternancia y el fin del régimen de partido hegemónico. Hoy el ánimo es muy distinto. El hartazgo ante los partidos y la pérdida de confianza en las elecciones han eclipsado ese logro histórico. Como si nada hubiese cambiado, hoy nos preguntamos si tiene sentido votar.

La decepción democrática que vivimos es, en buena medida, producto del cambio mismo. La transición abrió espacios de libertad y generó expectativas que facilitan y alimentan la crítica de todo lo político.

Es cierto que tenemos pendientes importantes para lograr un sistema de partidos más abierto, unas elecciones más equitativas y una mejor rendición de cuentas. Pero esto no implica, como algunos plantean, que las campañas sean irrelevantes o que nada importante se juegue en las elecciones.

En las campañas los votantes están expuestos a un alud de información que incide en sus valoraciones y sentimientos hacia partidos y candidatos. El choque de posiciones, los escándalos y denuncias definen el voto de muchos electores. Tan es así que las preferencias electorales cambian a lo largo de las campañas. Si todo fuese una cuestión de maquinarias y voto clientelar, esos cambios serían inexistentes o mínimos.

Las elecciones son importantes porque canalizan institucionalmente los diferendos políticos. Su resultado también tiene consecuencias en los alcances que adopten la legislación y la política pública. Para la dinámica legislativa no es indiferente, por ejemplo, si el PRI alcanza o no una mayoría legislativa o si Morena sobrepasa o no al PRD.

El resultado electoral también conlleva premios y sanciones para los partidos y sus dirigentes. Un mal resultado electoral impacta las prerrogativas con que cuentan y el tamaño de sus bancadas. De eso dependen los recursos para contiendas futuras y su capacidad para incidir en la legislación. La fuerza de los dirigentes al interior de sus partidos, e incluso sus cargos, también dependen de las cuentas que logren en una elección.

Campañas que cuentan y elecciones que importan son parte esencial del proceso democrático. A pesar de los problemas y vicios de nuestra realidad política, las campañas en México cambian preferencias y las elecciones definen ganadores y perdedores. Porque esto es así, claro que tiene sentido votar.