
Las formas distintas de hogar que se han ido creando, van dejando a tantos niños frente a un televisor o en la calle, ya sea trabajando o con sus amigos o al cuidado de alguien más, donde buscan cómo anclarse al mundo
Las parejas son equipos donde los acuerdos son el pegamento necesario, para la cohesión que empuja una vida, volviéndola quizá un poco más serena y más si deciden tener hijos.
Esta frágil empresa, donde dos deciden estar juntos, esta llena de pequeños contratos. Tantas veces toma extraños matices en las zonas urbanas, pues las ciudades tienen su propia agenda y en ellas, se complican aun más los vínculos.
Quizá son las expectativas cada día más demandantes, los marcos de referencia tan altos, los consejos con frases trilladas, comparaciones absurdas y deberes impuestos que a veces se vuelven un fango profundamente difícil de transitar, por más amor y preparación que las parejas tengan.
Los roles cambiantes de nuestra sociedad, van dejando vacíos los espacios de cuidado y crecimiento de la familia. Hoy como nunca, se necesitan los dos sueldos para sustentar los gastos tan apremiantes de la vida cotidiana.
Las formas distintas de hogar que se han ido creando, van dejando a tantos niños frente a un televisor o en la calle, ya sea trabajando o con sus amigos o al cuidado de alguien más, donde buscan cómo anclarse al mundo.
Es imperante entender que en la plasticidad del cerebro, sin afecto no hay sinapsis, y sin ella crecemos desequilibrados, nos llenamos de fracturas y a través de ellas respondemos….
A eso hay que sumarle muchas otras variantes complejas, volviendo el problema multifactorial y profundamente complejo.
Menuda tarea se ha vuelto hoy formar familia. Sobre todo en países donde está todavía no se ha dignificado y donde no se ha entendido la importancia que tiene como cimiento para la sociedad.
El que se queda en el hogar, que usualmente es la mujer, se enfrenta además, a una vorágine de problemas, va perdiendo la frescura que se siente al salir día a día y abrazar espacios donde el trabajo productivo se valora y se ensalza.
Para colmo el mercado penaliza los servicios de atención al hogar y cuidado de las personas, pues no los incluye en las cuentas nacionales, no existen en las estadísticas oficiales, ni el estado paga por ellos. Con frecuencia, se trata de tareas que permanecen invisibles y se las considera poco profesionalizadas, al considerar que no
requieren preparación para realizarlas, aunado a un desprecio sutil por considerar que se trata de tareas rutinarias, monótonas, sin aparente brillo.
Y es que tan duro esfuerzo, no se indexa en Wall Street, así que su valor se denigra cuando al final del día solo queda cansancio por hacer lo mismo, apilándose a cientos de horas de sueño robadas, que no se restauran nunca. Es curioso ver que no solo no se reconoce, tantas veces solo hay reproches cuando no se hace.
El que cuida del hogar, cuenta con un tiempo limitado que ocupa en las labores propias de la casa. Al final del día ya no le queda nada para el desarrollo personal, así que los pañales, las mamilas y el precio del tomate se vuelven el tema con el que puede participar en conversaciones, donde la subida y bajada del Dow Jones, los bitcoins, la política interna, la economía, los acuerdos políticos, son un pedazo del tenor de los diálogos.
Termina uno por oler a ese ácido aroma a tornillo y al mirar por la ventana el mundo donde hay tantas mujeres y hombres trabajando en cosas que creemos son mejores, hace que tantas veces se sienta uno miserable.
En contrapartida, con frecuencia y asociado a una falsa idea del éxito y del poder frente a la idea del servicio, se exalta el trabajo fuera de casa como único indicador de la valía de una persona.
Poco a poco entra despacio esta identidad sacrificial, de víctima, una ironía punzante y demoledora que anhela el mundo del éxito profesional, que entra por las venas y comienza a carcomer el tejido familiar.
¡Pero la familia es la empresa más importante de un ser humano!!!! Más allá del sentido biológico, es ahí donde se transmiten los valores culturales y la lengua materna, se enraízan las conciencias y se construye el imaginario simbólico y social de hijos e hijas.
En efecto, el trabajo de las mujeres como formadoras y educadoras de los y las
ciudadanas, ha constituido una aportación social que funda los cimientos de la
sociedad.
Mira que deteriorada se contempla en un mundo donde lo aspirativo está en el valor de ganar dinero, ser reconocido por lo que se hace en materia laboral.
Es esta falta de admiración que hay para aquel que se queda al cuidado de los hijos. Es humillante incluso en una sociedad machista que ha puesto sobrenombres como el de “mandilón” a aquel hombre que ayuda en las labores de la casa.
Y aquí comienza el reto. ¿Por dónde se empieza? ¿Cómo se dignifica el lugar de quién se queda a cargo del hogar?
Quizá se comience con estos acuerdos donde el otro reconozca el trabajo de la casa como trabajo… lo agradezca y lo comparta cuando sea posible.
Quien se queda debe hacer a un lado la absurda desvaloración de tan excelsa tarea, pues habría que sentirse orgulloso de poder hacerlo. Y no sentir vergüenza cuando pregunten a qué se de dedica uno y contestar “al hogar” y que esto no sea peyorativo.
Que cada miembro de este órgano social, aprenda a honrar esa célula llamada familia, irguiendo el pecho.
Debería haber un sueldo? ¡Desde luego! Además de que quien se queda también lo hace en el campo laboral y final de esta tarea que dura la mayor parte de los años de juventud energéticamente activos, al intentar reincorporarse al mercado, la tarea se vuelve compleja, porque se queda uno sin herramientas por no estar al día, hay cientos de jóvenes mejor preparados y dispuestos a ganar menos. Toda una vorágine entrar en un mundo tan competitivo, cuando ya no se es tan joven.
Grandes retos para aquellos que todavía apuestan a formar familias, se necesita una tremenda re valorización del trabajo, una gran creatividad, una fuerza en el querer querer y una caparazón bien dura para que no permee y fracture los ideales, que se vuelven colectivos con solo prender el televisor.
Es necesario superar esta visión economicista que solo valora lo que se puede cuantificar y lo que se remunera, y que influyó en gran medida en la progresiva devaluación de los trabajos domésticos y de cuidado de personas, en su mayoría, intangibles desde el punto de vista económico.
No hay que olvidar que este servicio no pagado es trabajo, aunque no se le llame empleo. No menos cierto es que no solo tiene valor lo que se puede cuantificar, como por ejemplo, la educación. Hay que hacer que el trabajo de la
casa sea visible, sea discutido, medido y tasado como parte del PIB.
Desde luego qué hay mil factores ademas de estos que considerar y
cada vínculo es único, como única su complejidad, pero lo que es cierto es que la
vida se vuelve monótona cuando los roles se vuelven aburridos y poco
admirativos. El tedio, la rutina y la exigencia, termina por entrar en la
relación, que empezaron con gran ilusión esa aventura de vivir juntos y al paso del tiempo no entienden que los golpeó cuando el amor ya no es un engrudo
suficiente y ya es demasiado tarde….
DZ