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Mafalda
Foto de Gustavo Sánchez en Unsplash

“La vida es linda, lo malo es que muchos confunden linda con fácil”
Mafalda

En el barrio porteño de San Telmo, número 371 departamento E de la calle Chile, vivía una niña que marcó mi niñez, mi juventud y gran parte de mi vida adulta.

Una pequeña con una tendencia a filosofar muy inusual para su corta edad; contaba con seis años apenas. Irónica, reflexiva, curiosa, inquieta, inconformista y con una rebeldía sensata muy particular. De carita grande y pies gordos que me recordaban a los míos, de cabello negro y rizado amante del Pájaro Loco y de los Beatles como yo. Su mascota era una tortuga a la que llamó Burocracia por la lentitud que tenía para todo.

Cuando le decían que se peinara, contestaba  sin pena: “No ando despeinada sino que mis cabellos tienen libertad de expresión.”

Su aspiración idealista estaba barnizada de ideas utópicas donde la consigna era hacer del mundo un lugar mejor, denunciando la maldad, la incompetencia humana y la ingenuidad de las soluciones propuestas para los problemas mundiales, todo esto a pesar de estar rodeada de un pesimismo apabullante y cubierto de la preocupación por las circunstancias sociopolíticas.

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Quizá el imán que me llevaba a ella estaba ligado a que  le ponía palabras a muchas cosas que yo pensaba, pero por mi carácter introvertido no me atrevía, admiraba su carácter de lucha y la potencia que tenía cuando se enfurecía por algo. Yo me acomodé en el silencio desde muy niña, y poco a poco fui rompiendo esa coraza defensiva, debo confesar que mi admiración por la pequeña llenaba mi espíritu de posibilidades. Era como si me fuera abriendo camino, enseñándome a preguntar y cuestionar.

Defensora del progreso social de la mujer, una voz de vanguardia que abrió camino para muchas, poniéndole una voz fresca a las ideas  de los primeros feminismos de la historia.

La pequeña suspiraba por la paz mundial, mostrando su rechazo hacia la violencia, las guerras y las injusticias.

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Llevaba consigo ideas del mundo latino de los años sesenta que siguen vigentes al día de hoy. Su postura abierta la llevaba a generar preguntas que desconcertaban, incómodas, difíciles.  Temas sobre la humanidad, pero pese a ser así, le procuraba  obediencia a sus padres, que era notoria cuando se comía la sopa que tanto odiaba.

Durante gran parte de mi infancia, esperaba con ilusión la tira cómica de Mafalda en el periódico Uno más Uno todos los domingos. Mafalda entraba en la lista de mis personajes favoritos.

Representaba a toda la humanidad angustiada, llena de dudas y temores por lo que sin duda me representaba a mí.

“Paren al mundo que me quiero bajar” 

Las ideas de que los niños y niñas eran puros e inocentes, se   hacía añicos con esta niña que tenía expresiones de furia y actitudes que desentonaban con la idea de una conducta impulsada por siglos. En este escaño yo  incluyo a mi abuela paterna, donde todavía escucho su voz. “Mija no olvides ser suave, femenina, siempre alegre y siéntate con las piernas cerradas, ¡caramba!”

Es increíble lo que Joaquín Salvador Lavado Tejón mejor conocido como Quino creó en papel y tinta. Quizá nunca dimensionó que su personaje cobraría vida, saliéndose de la marquesina donde había sido dibujada, encontrando una voz que traspasó las fronteras y que de este modo  pudiera expresar las  distancias  y dislocaciones generacionales.

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Foto de Gustavo Sánchez en Unsplash

Sus preguntas de género eran precursoras del cambio que se venía, exponiendo conductas que ya no se sostenían.  Estos cuestionamientos  estallaron con fuerza en la Argentina de los sesenta.

Me parece paradójico que Mafalda fue concebida para anunciar electrodomésticos, y que después se transformara en esa pequeña crítica que nos hizo pensar a todos, saliéndose de la razón de su existencia, revelándose contra  su naturaleza.

Durante el golpe de estado que instauró una sangrienta dictadura en Argentina, no censuraron a la pequeña como sí lo hicieron en cambio con el “El Principito” de Exupery. Para ellos el personaje era una obra infantil inofensiva; quien se los iba decir. Pasó desapercibida con sus ideas progresistas que incluían proclamas feministas, una marcada solidaridad con los pobres y una vocación por el cambio social, obviamente opuesta al régimen represivo de Videla y seguidores. Pero no tuvo la misma suerte en otros países como en España, donde el gobierno franquista colocó una franja en la portada del primer libro de Mafalda con la que se declaraba que era una obra “Para adultos”. En Bolivia, Chile y Brasil fue censurada por completo.

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Umberto Eco, escritor Italiano dejó claro que esta infante que protagonizó una historieta  por casi una década, reivindicaba su derecho a seguir siendo niña, no queriendo hacerse cargo del mundo adulterado por los padres.

Yo pienso que tenía esa habilidad de cuestionar los adiestramientos ideológicos a los que estamos sometidos desde que somos engendrados. Salir del vientre materno, salir abrazados por cómo debemos comportarnos, que es bueno, malo, que es peligroso y que no.

Sin duda en mi mente aparecen sus palabras cuando me da por rascar en mi historia y encuentro que esa idea o esa conducta ya no me sostienen.

La revista “Viva” de Clarín en 1994, publicó que Félix Luna, especialista en historia, nacido en argentina, propuso siendo  secretario de Cultura, nombrar a Mafalda “ciudadana ilustre”. Argumentaba que el personaje “simboliza lo mejor del espíritu de muchos jóvenes argentinos que no se resignan a acatar el orden establecido y pretenden modificarlo y enriquecerlo con sus primeras ideas”. No podría estar más de acuerdo y añadiría a “TODOS aquellos” pues yo soy Colombiana y me encontré con ella en México.

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Si algún día viajo a  Buenos Aires iré a la esquina de las calles Chile y Defensa, donde me sentaré cerca de una escultura de Mafalda a tamaño real donde se encuentra sentadita en un banco, siendo testigo del paso de los años, de sus aciertos y desafíos pero sobre todo de las posibilidades que seguirán existiendo para cuestionarnos, desafiarnos y ella con sus ojos niños estará atenta para ver qué rumbo sigue tomando este mundo en el que dejó una impronta indeleble.

DZ