
Presentamos una serie de colecciones que pueden pensarse que son estrafalarias, sin sentido, e incluso asquerosas
Desde la invención de la propiedad privada, hemos tenido una tendencia a atesorar objetos únicos, y que por sí mismos guardan un valor, ya sea sentimental o económico.
Así, tenemos personas que dedican buena parte de su vida (y claro, su dinero) en juntar cosas que muchos quieren, que muchos buscan, y que estarían dispuestos a pagar posteriormente por hacerse de alguna de ellas.
Hay muchos clásicos en las colecciones: antigüedades, arte, filatelia, historietas, cómics, música, películas, monedas, y una gran cantidad de objeto que son ya tradicionales y reconocidas en todo el mundo.
Sin embargo, hay algunos coleccionistas que van más allá de las tradiciones de coleccionistas, y buscan maneras más extrañas de trascender en este amplio mundo. Por eso presentamos una serie de colecciones que muchos pueden pensar son estrafalarias, sin sentido, e incluso asquerosas.
1.- Sombrillas

Nancy Hoffman de Peak Island en Maine (EEUU) tiene la colección más grande de paraguas contando con más de 730 unidades.
Incluso, de su iniciativa, Hoffman abrió un museo que tiene en su ciudad natal, donde además se puede cantar con ella junto a su carismático acordeón.
2.- Pelusa de Ombligo

“Mucha gente se mira en su ombligo en busca de inspiración. Yo he mirado mi ombligo en busca de pelusa”, señala el australiano Graham Barker, quie nha pasado más de 30 años coleccionando la pelusa del ombligo (sí, esa suciedad).
El nacido en Perth pasó con ello al libro de los Record Guinness, que ha mostrado al mundo orgulloso el resultado de más de un cuarto de siglo: las pelusas de su ombligo, almacenadas en tres botes, que se ha ido quitando en los últimos 30 años, juntando 22.6 gramos tras recolectar diariamente antes de dormir, lo que le salía del ombligo.

“Me di cuenta de que en mi ombligo siempre había pelusa y me pareció muy curioso saber cuánta cantidad puede llegar a producir una persona. Llegué a la conclusión de que la única forma de saberlo era coleccionarla y analizarla”, explicó al medio británico Daily Mail.
3- Penes de animales

Otra persona coleccionista que también ha decidido hacer un museo de sus tesoros es el islandés Sigurdur Hjartarson, quien tiene
una colección de penes de animales, incluido el de un humano.
Así, Hjartarson tiene 273 miembros de 92 distintas especies, de las que destacan 15 de distintas ballenas, de un oso polar, 37 especies de 7 tipos diferentes de focas y morsas, así como de orcas, delfines, caballos, conejos, toros, ratas, entre otros.

4.- Cabello de Famosos

Al menos una mínima parte de Abraham Lincoln, de Edgar Allan Poe, Albert Einstein o Marilyn Monroe, son propiedad de John Reznikoff, dueño de una colección enorme y peculiar: recoger el cabello de celebridades y personajes históricos.

Reznikoff es dueño de una extensa colección de cabello del cual ha sabido sacarle jugo. Él, a diferencia de los demás que suelen hacer museos o afiches de sus tesoros, el coleccionista se ha dedicado a vender estos preciados cabellos. Incluso algunos los ha vendido para que sean convertidos en joyería, como en 2007, cuando una compañía llamada LifeGem creó un diamante de un mechón de cabello de Ludwig van Beethoven que se encontraba en la colección deReznikoff. Tal ha sido la moda, que también se hizo con Michael Jackson.
5.- Asientos y Tapas de Baño.

Una carrera de más de 45 años en la plomería es el pretexto perfecto para que Barney Smith ingresara al club de los coleccionistas, con unas de las cosas con las que más tuvo contacto en su vida: asientos y tapas de baño, los cuales conserva en su garage en el área de Alamo Heights en San Antonio, Texas.

6.- Comida Quemada

¿A quién no se le ha quemado la comida? Pero, ¿hacer comida quemada para una colección? Eso se propuso Deborah Henson, quien ha coleccionado comida quemada para presentarla en su museo.
En Arlinton, Massachusetts, Henson dice tener “una de las mejores obras de arte culinaria carbonizado en el mundo”, en el Museo de Comida Quemada Deborah Henson-Conant.

El Burnt Food Museum o Museo de Comida Quemada se maneja bajo el lema: “Para cocinar al modo del museo, siempre deje la llama baja… y toma una larga siesta”. Todo surgió porque un día calentaba un poco de sidra, pero fue tanto tiempo que lo dejó calentando, que esta se redujo a una masa extraña, que solo tuvo a bien bautzar “la sidra que se para sola”. El resultado, a su consideración, fue una obra de arte. Ahora las presentaciones de alimentos llegan de todas partes.
Se puede ver la mayor parte de la colección en línea.
7.- Muñecas Inflables

Bob Gibbons dice que tiene más de 240 novias. Eso lo hace el mayor coleccionista de muñecas inflables en el mundo.
Pese a que muchas de ellas están vestidas de manera muy provocativa, Gibbons señala que nunca las ha usado para fines sexuales. Él, en conjunto con su esposa, se dedican a coleccionar y cuidar a las “novias”.
Por Adán De la cruz
