
Escrito por Claudia García Reyes
Hoy les voy a contar la historia que me contó una amiga sobre su hijo. Sí, no me pasan tantas cosas y tengo que contar los secretos de mis amigas. Pero siempre les pido permiso.
La amiga en cuestión tiene 3 hijos, los 3 varones. Y como ella misma dice, como todo el mundo, los 3 tienen muchas virtudes, pero también tienen grandes áreas de oportunidad.
El chamaquillo en cuestión tiene 10 años y hace algunos años era molestado por algunos compañeros. Y digo molestado porque odio la palabra bullying, bulleado, etc. Él, tan bueno y propio, no se defendía. Le pegaban y por supuesto no pegaba, acusaba a sus compañeros pero hasta ahí. Pero la situación nada más no mejoraba así que mi amiga hizo lo que todo padre responsable y enojado haría:
- La próxima le pegas tú. El día que tú le pegues te compro el juguete que quieras. Puedes pegar para defenderte, pero nada más me entero que tu empiezas el pleito y te las vas a ver conmigo.
Total, después de algún tiempo, llegó el día en que el niño en cuestión se defendió y se ganó un gran premio. No, no se que juguete pidió pero estoy segura de que en ese momento lo hizo muy feliz, tanto como a sus papás que por fin haya puesto un alto a los niños que tanto lo molestaban.
Este niño es, de verdad, un amor de niño. Lo conozco poco pero, como pocos es de educado. Siempre saluda, es atento y de lo más lindo tanto con adultos como con niños. Son cosas que se notan con convivir con él un par de veces.
En fin, pasa el tiempo y comienza a decirle a su mamá que tal chamaquita es muy molestona, que todo el tiempo lo molesta, que es grosera. Trágica situación pues es hija de amigos del matrimonio. Un buen día hay una reunión donde, entre otros niños esta la niña molestona. No les voy a hacer el cuento muy largo y les voy a contar lo que a mí me contaron porque no lo vi. La niña empieza a molestar al hijo pequeño de mi amiga. Los chamacos se hacen de palabras. El hermano grande (o sea el niño del que estoy contando) entra a defender al hermanito y la niña comienza a darle karatazos porque sabe y porque puede, lo patea en varias ocaciones y le colma el plato. ¿Qué creen que pasó? Sí, le dio un golpe que, en palabras de mi amiga, le dejó el ojo de cotorra a la niña.
A la siguiente semana, llega el niño con un reporte de la escuela por haberle pegado a otra niña.
- Mamá, me estaba molestando, me empujó. Le pegué.
Al día siguiente, otro reporte:
- Mamá, me estaban aventando agua. Las mojé.
No pueden saber lo angustiada que está mi amiga ante esta conducta de su hijo. Por supuesto ya tiene castigado hasta lo incastigable. Obviamente ya hablaron con él y por supuesto le explicaron que lo que está haciendo no está bien. Primero tiene que intentar por la vía pacífica solucionar las cosas.
Evidentemente, esto nos regresa a carcajadas, a las amigas a quienes nos cuenta su penosa semana con su hijo, a ese momento en que le dijo:
- La próxima le pegas tú.
Les prometo que mi amiga también se estaba riendo porque le salió el tiro por la culata.
Y queridos papás, mamás y resto del público. Estas cosas nos pasan a todos, estoy segura de que a más de uno les ha salido el tiro por la culata de esta forma, o de cualquier otra. De pronto no medimos hasta donde puede llegar lo que les decimos a nuestros hijos al pasar de los años. Y ¿saben qué? no hay más que apechugar, agarrar el toro por los cuernos y seguirle para adelante, porque no hay vuelta atrás. Y en el camino mentar madres con tus amigas por lo mala madre que eres y el pinky hijo que tienes y toda la situación en la que estás metida.
De estas cosas se trata la vida cuando eres papá o mamá.
Gracias por leerme.