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La vida después de la muerte entre los mexicas
Foto de Angus McBride

Por Enrique Ortiz

Twitter: @Cuauhtemoc_1521

Facebook: El espejo humeante

En México se conserva una tradición con respecto a la muerte que, a pesar de ser compleja, se remonta a la época prehispánica.

De acuerdo con documentos recuperados de la época colonial, para los antiguos mexicas, la forma en la que una persona moría, determinaba el lugar en el que las personas descansarían después de muertas.

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Foto de Enrique Ortiz

Se trataba de cuatro lugares distintos que ahora mencionaremos.

El primer espacio era el Tlalocan, la morada de la deidad Tlaloc y de sus acompañantes, los Tlaloques. Un espacio lleno de agua, de vegetación, de neblina y de lluvia. En otras palabras el paraíso añorado por cualquier campesino de la antigüedad. A este lugar se dirigían los que morían por un rayo, ahogados o por enfermedades de la piel como lepra, sarna, bubas, gota e hidrópicos. Incluso, aquellos que morían ahogados no eran incinerados, sino enterrados ya que los sacerdotes mexicas pensaban que sus cuerpos habían sido tocados por los Tlaloques y requerían un tratamiento especial. Esto debido a la hinchazón, al color azul que tomaba la piel y a la ausencia de ojos y lengua en muchas ocasiones.

El segundo lugar era el paraíso solar llamado Tonatiuh ichan a donde iban todos aquellos que habían muerto durante el combate o sacrificados en el altar de alguna deidad. Quienes se encontraban aquí acompañaban a Tonatiuh, el sol, desde el amanecer hasta su cenit, entonando cantos y bailando con el corazón inflamado de alegría. Posteriormente, quienes acompañaban al sol del cenit hasta su ocaso eran las mujeres divinas o cihuateteo. Se trataba de aquellas que habían perdido la vida en otro tipo de batalla, al dar a luz a su primer hijo. Eran consideradas grandes combatientes y en igualdad con los grandes guerreros que ofrecían su vida en el campo de batalla. Incluso los jóvenes guerreros buscaban cortarle el dedo índice al cadáver de estas mujeres para portarlo como un talismán de valor durante sus primeras batallas.

El tercer lugar al que se podía ir después de muerte entre las sociedades nahuas del posclásico era al famoso Mictlan, el espacio sin ventanas, el lugar de la obscuridad donde residía Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl o Mictlancihuatl. Se dirigían a dicho lugar quienes morían de viejos o por enfermedades comunes. Los nahuas creían que cuando el sol se hundía por el oeste, era porque iba a alumbrar a los muertos. De esta forma Tonatiuh se volvía un sol del inframundo.

Un último lugar que existía más allá de la vida de acuerdo a la cosmovisión mexica y estaba reservado para los niños que no podían valerse por sí mismos o que eran de cama. Llevaba el nombre de Chichihuacuauhco. En dicho lugar existían arboles con senos femeninos que surgían de sus troncos y ramas derramando gran cantidad de leche. En este espacio los pequeños difuntos se alimentaban y se preparaban para regresar a la tierra y tener una segunda oportunidad de vida.

La vida después de la muerte entre los mexicas - enrique-ortiz-1Enrique Ortiz García es un amante de la historia y cultura de México. Desde hace más de ocho años se ha dado la oportunidad de romper algunos de los mitos históricos de nuestro país develando verdades y dándolas a conocer a través de sus redes sociales que ya suman más de 200 mil seguidores. Conferencista, divulgador y cronista, ha colaborado en distintos espacios, entre los cuales destacan Ciudad TV, Unicable, El Foco de ADN 40, así como en varios sitios digitales como Proyecto 10, BuzzFeed y Huffington Post México. Cree firmemente que la historia debe ser tangible y cercana a la gente sin términos rebuscados o personajes acartonados. Su objetivo es reivindicar los valores que nos legaron las culturas originarias de estas tierras, así como los héroes que nos dieron patria. Finalmente, escribe un libro y  disfruta dar visitas guiadas los fines de semana por las calles del centro histórico de la Ciudad de México, espacios conventuales y en zonas arqueológicas.