‘In Galera’ se ha vuelto la sensación en Milán por ser un restaurante al interior del penal de Bollate
En Milán, Italia, se acaba de abrir un restaurante, innovador por las características de sus empleados: son presos.
Al interior de la penitenciaría de Bollate, los meseros y cocineros de “In Galera” (“en la cárcel” en italiano) trabajan en el mismo establecimiento que utilizan los familiares de los detenidos en los días de visita de la prisión, misma donde hay mil 100 detenidos, entre ellos, un centenar de mujeres.
La decoración tiene elementos que ironizan con el lugar; en las paredes hay carteles de famosas películas que narran la vida en la prisión, tales como “La fuga de Alcatraz”, o “La milla verde”, y también los manteles individuales se reproducen fotos de algunas célebres prisiones italianas o extranjeras, como la Regina Coeli de Roma o la británica Dorchester.
Diversos medios internacionales han acudido a dicho restaurante, y ahora es de los más populares de la ciudad. Incluso, reportan, ahora es difícil encontrar mesa para cenar. Hoy en día, la única condición para poder almorzar o cenar en “In Galera” es haber reservado mesa por teléfono.
Los comensales primero deben esperar en la sala donde los familiares de los detenidos esperan para poder ingresar. De ahí, trasladan al cliente al establecimiento.
Además, señalan, a diferencia de cualquier otra actividad que involucra a un externo en una prisión, no se debe pasar por ningún control de seguridad, ni mostrar siquiera algún documento de identidad, e incluso se puede entrar con el celular y pertenencias.
El objetivo del restaurante, de acuerdo a sus administradores, es que se consiga tal reputación que los reclusos que trabajan allí puedan, al salir, obtener de una manera más fácil trabajo.
“Ese es el gran reto. En la actualidad un detenido queda marcado de por vida cuando abandona la cárcel. Es igual que haya estado seis meses o 20 años. Se le cierran todas las puertas. Y es injusto”, lamenta una de las organizadoras, Silvia Polleri.
In Galera cuenta con ocho internos empleados: cuatro como camareros, y cuatro más en la cocina.
Además hay un chef y un maître profesionales, externos a la cárcel. Polleri asegura que no existe riesgo de fuga: los detenidos contratados no pueden usar el móvil, pasan un control de seguridad antes de acceder al restaurante y no está permitido que sus familiares acudan como clientes.
Con información de Clarín