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Cincuenta y siete
Foto: es.dreamstime.com

La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan.

Erich Hartmann

 

 Dice mi amiga Sylvia que hoy estoy viviendo ya mis cincuenta y ocho, porque uno festeja su primer año cuando ya lo ha vivido. De pronto me parece que me ha faltado un año en algún lado y pues solo me queda reírme. 

La idea de esa pérdida me ha puesto reflexiva, me doy cuenta que quizá en el ajetreo de la vida cotidiana, voy perdiendo el recuento de muchos momentos, como si se pasaran en blanco. ¿Qué ha pasado en estas casi seis décadas de vida que no tocan lo familiar, lo amoroso, los besos y abrazos y el estar cerca de otros?¿Como ha sido para los miles de millones de seres humanos que habitan el planeta?  Así que he separado en departamentos como si fueran panales lo que concierne a cada cosa, familia, trabajo, descanso y los momentos dolorosos donde parece que uno ya no puede respirar.

Y de pronto aparece como un rayo, la inquietud de saber un poco más sobre las guerras, guerras civiles, los movimientos armados, los conflictos e insurgencias de estas casi seis décadas. Me di a la tarea de contar los que han sido registrados y sus cifras. Así he contado más de trescientos y me suman unos 30 millones de muertes en el tiempo que me ha tocado vivir. La cifra me deja helada, y más si parto de la base que a mi me parece que son cifras poco fiables y que seguramente se multipliquen por al menos dos veces más de lo que aparece, porque no todos los que han dejado de existir por violencia forman parte de la cuenta.

Un artículo que leí dice que desde el siglo XV a la fecha ha disminuido el monto de conflictos y sus descensos y seguramente así es, pero treinta millones en estos casi sesenta años, me parecen inexcusables. 

Mi cumpleaños lo pasó acompañada, festejada y sobre todo muy abrazada por quienes quiero, pero no dejo de tener la mente puesta en las escenas de los civiles angustiados que buscan cómo escapar, cómo acomodar el dolor de ver sus casas destrozadas de sus familiares desaparecidos y de aquellos acaecidos. Es inevitable no escuchar las noticias que acompañan imágenes que agrietan el alma, donde una población que habita una tierra con paisajes hermosos, se mancha de sangre, con bombardeos que muestran lo mucho que nos falta.

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Foto: el orden mundial.com

Para realmente dolernos, hace falta escudriñar en la historia, usar la curiosidad para saber un poco de este paraje lleno de montañas nevadas y de valles frondosos, de sus pobladores; abrir el apetito para conocer el paso por los siglos, darnos un baño al menos para escuchar su lengua, considerada una de las bellas del mundo. 

La tecnología nos permite ver fotos, videos y con ellos embebernos de su belleza impulsando una sed por conocerlo.

No he pisado esta tierra que significa “nuestro país” aunque todavía nadie se pone de acuerdo en su etimología exacta, porqué también podría significar “región fronteriza”. Un recorrido rápido por más de seis mil setecientos años de historia, pinta las culturas cucuteni, tripila cimeria, escitas y sármatas entrando unas, saliendo otras siempre con ríos de sangre de por medio.

De ahí pasamos al mundo griego, donde los frutos de la tierra fueron el granero que les permitió expandirse. Pasaron los godos, los hunos y los romanos. Más tarde por los búlgaros y jázaros, atravesando el siglo IX donde los Rus se asentaron en sus tierras. Durante siglos se abrió paso “El camino de los vikingos a los griegos”. Una ruta que corrió por el territorio de la moderna Ucrania, con sus ríos y caminos de tres mil kilómetros de largo, conectando las tierras del norte con las tierras eslavas del sur, llegando al Mar Báltico juntándolo con el Mar Negro. Haciendo de esta una de las más grandes rutas de transporte de todos los tiempos.

Este territorio fue polaco en el siglo XVI y el mundo cristiano se abrió paso entre sus pueblos. Al sur en Crimea, los kanes musulmanes vasallos del imperio otomano, dejaron tras de sí su huella indeleble. Tártaros y cosacos enterraron cuerpos sobre sus campos de trigo.

3.5 millones de ucranianos lucharon con el ejército Imperial Ruso en la primera guerra mundial y unos doscientos cincuenta mil con el ejército Austro-húngaro, esto porque el territorio estaba dividido entre estas dos naciones.

La revolución rusa que llevó al poder al partido socialista, devastó Ucrania dejando más de 1,5 millones de muertos y cientos de miles sin hogar, de ahí la Ucrania soviética tuvo que enfrentarse a la hambruna de 1921.

Mientras el territorio se fragmentaba y cambia sus fronteras la ocupación nazi tomó un pedazo de Ucrania, pasando a manos las nuevas autoridades germanas que establecieron una administración civil, dejando entre cinco y ocho millones de vidas nuevamente bajo el suelo.

En 1945 fue miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas, y cuando el 26 de abril de 1986 el reactor de Chernóbil estalló, de los siete millones de personas que vivían ahí 2.2 millones eran ucranianos.

El 16 de julio de 1990 el nuevo parlamento firmó la Declaración de Soberanía Estatal de Ucrania  y durante la recesión que duró de  1991 a 1999 Ucrania perdió el 60 % de su PIB. Llevando de ahí a los conflictos con Rusia sobre el precio del gas natural, que detuvieron brevemente todos los suministros de gas a Ucrania en 2006 y 2009, lo que condujo a la escasez de gas en otros países europeos.

Hoy el reducto de todo esto se sintetiza en que va de nuevo, que, aun siendo el cuarto lugar en el mundo por el número de personas con educación superior en Europa, pareciendo entonces que habría que decantar aquello que se aprende. 

Cabe mencionar que señor Vladimir Putin se graduó con honores de la carrera de Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado y que quienes gobiernan a su lado estarán llenos de títulos y medallas que sirven para poco, cuando se manchan de sangre de personas que no conocen en pos de “salvaguardar su territorio” de no permitir que Ucrania esté cerca de europa y que desde donde yo lo veo,  hay más de esa necesidad dolorosa de acumular ingresos en los bolsillos, cuando declarar la guerra se convierte en un negocio rentable. 

Mientras del otro lado del mundo pasa esto, también tengo la atención aquí donde hay tanto que restaurar, mientras algunos días parece que México se desgaja a pedazos con las diferencias tan marcadas, con la violencia arraigada de siglos de historia que acompaña sus paisajes espectaculares y la riqueza de su gente. Aquí también se acumulan los muertos, aunque no sea por bombas.

Nací en 1965 en el sur del continente americano y México cobijo mis pies al llegar hace más de 49 años. De Colombia me quedan el sabor del lulo y del maracuyá en mis papilas gustativas, el olor a tierra mojada y verde de la sabana. La piel me recuerda que el calor no me gusta y pone imágenes de los Andes y sus cielos azules para hacerlo tolerable. De pronto llega a mi nariz el olor del pan de bono de la cocina de mi abuela y la fuerza de los ojos negros de mi abuelo. 

Un planeta que agoniza por el daño que le hemos hecho, en estas seis décadas hemos destruido más que en ninguna otra y de ahí lo de antropoceno, la sexta extinción masiva, ahora a manos del hombre.

¿Qué puedo hacer, para mitigar un poco tanto daño? Desde aquí puedo escribir para hacer que la gente se interese, seguiré acompañando de cerca lo que pasa en el mundo, no solo por la amenaza de guerra que cubre el aire que todos respiramos. Continuare trabajando como me gusta, restaurando, hilando de nuevo y ayudando a suturar las heridas que hay en lo profundo,  aunque sea de uno en uno, será un año donde pondré mi fuerza para restaurar un río con otros locos como yo, continuaré creando espacios que sumen y así cumplir con mi compromiso de dejar un mejor espacio del que encontré al llegar por aquí. 

Sí, hoy cumplo cincuenta y ocho vueltas al sol, aunque en términos oficiales sean cincuenta y siete. Recojo cada fragmento del camino agradecida y cada día en mis pensamientos estarán aquellos que hoy están sufriendo, enviando una luz para llevar a sus corazones. 

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195