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Treinta millones de niñas y niños que cursan la educación básica permanecieron en sus casas, no salieron de su casa con sus uniformes nuevos, no estrenaron mochila, ni mucho menos sintieron ese nervio en el estómago por acudir a su escuela y conocer el nuevo salón que les tocaría en este nuevo año escolar.

No dejaron de salir de casa, porque así han permanecido desde el mes de marzo, porque no tuvieron un cierre normal, porque comenzaron a vivir poco a poco estudiar a distancia o tener clases “vistas” porque no había manera de acudir a las aulas y presentar.

Las niñas y los niños, siguen en su casa. Ahora con más certeza de que no volverán a clases presenciales lo que resta del año y eso, para muchos no es una buena noticia.

Como para Ernesto, el mayor de la casa y encargado de que sus tres hermanos estudien y completen sus tareas en ese pequeño cuarto en donde conviven diariamente junto con su madre y su abuela.

Lo que muchos creen es que esta “nueva normalidad” viene incluida con servicio a cuartos, iPad o computadora incluida, privacidad e independencia por estar en cada uno de sus cuartos sin que nadie los moleste porque en casa es claro que “los niños están estudiando” o bien, los niños que se sientan en el comedor de la sala, pero con audífonos de última generación para poder escuchar bien y hablar claramente desde los micrófonos en sus diademas.

Ernesto estudia primaria, como el resto de sus hermanos y también será quien esté a cargo de que la televisión se encuentre en el canal adecuado para cada uno de ellos y puedan estudiar todos los días.

Seguramente esa no es su única tarea, quizá terminar de despertarlos, vestirlos, desayunar, comer o hasta cenar, hasta que su madre que trabaja todo el día en una taquería junto con su abuela de más de 70 años, vuelva a casa.

En este hogar no hay dos manos, no hay papá que haga equipo y no hay mamá que pueda quedarse en casa para poder guiarlos en la educación. Una realidad que pega a millones de mujeres que son mamás solteras y que con pandemia o sin ella, no pueden dejar de salir de trabajar para que cada uno de sus hijos tenga alimento en casa.

Una serie de imágenes que realizó la fotoperiodista Andre Murcia en la Ciudad de México para la agencia Cuartoscuro que revelan una realidad dura, una normalidad que pesa y que no es así como la pintan.

¿Quién prende la tele? - qptvlg
Foto de Andre Murcia /Facebook

El periodismo suele ser apasionante porque nos da el privilegio de poder vivir informados y acercarnos a una realidad ajena a nosotros, tanto para buena o mala.

Andre nos acerca con su ojo a entrar a un cuarto donde viven cuatro menores de edad y dos adultos, en donde el COVID-19 no es opción y la educación debe de continuar.

Una dura realidad la que ya se vivía antes, una madre a cargo de cuatro hijos y apoyada por el incansable amor de su madre. Todos juntos, en comunidad, o mejor dicho en tribu.

Ernesto con su tapabocas color azul marino, funge como el hombre de la casa, abraza al más pequeño y se sienta derecho, mirando directamente al lente de Murcia con la seguridad que siente de ser el responsable y el que dirige el hogar en ausencia de su madre.

La realidad se complicó, porque el mundo de los adultos no se ha detenido, el hambre no ha cambiado y la seguridad de tener un techo en dónde dormir, tampoco.

De acuerdo a cifras oficiales, fueron más de 5 millones de niños que ingresaron al preescolar, 14 millones a primaria, 6.5 millones a secundaria y 5 millones más a bachillerato.

Me gustaría que el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, se dirigiera a niños como Ernesto y sus hermanos y los motive a encender la televisión todos los días “como una base para ser más curiosos y críticos”.

Estas imágenes, tan solo de un cuarto, de solo cuatro hermanos nos dibujan una micro realidad en nuestro país que no seguirán las cuatro claves que recomienda la SEP en su programa Aprende en Casa II:

  1. Fijar horarios como si los menores estuvieran en la escuela,
  2. Destinar un lugar específico e inamovible para el estudio,
  3. Estar al pendiente y acompañar a los menores el mayor tiempo posible durante la jornada escolar y
  4. Mantener la comunicación con los docentes.

El trabajo fotoperiodístico nos acerca a lo que a veces olvidamos, que es el esfuerzo de muchas familias para salir adelante.

Una litera para cuatro, un cuarto para seis, una tele para todos y un solo niño a cargo de él mismo y de sus propios hermanos.

Día 1 de aprender en casa.

Por Laura Garza