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Bastaría el testimonio de Pedro Valtierra para descreer de una autoridad que, por acto reflejo, informa que no hay móvil profesional, periodístico, en la tortura y ejecución del fotógrafo veracruzano Rubén Espinosa.

Lo torturaron y ejecutaron el viernes en la colonia Narvarte de la ciudad de México. A él y a cuatro mujeres. El domingo, las autoridades se lavaban las manos y prefiguraban la característica doble victimización: una muerte horrible y una presunción de que algo indebido estarían haciendo para merecer un final tan funesto.

“Rubén me contó de las amenazas”, me dijo ayer Pedro Valtierra, director de la agencia Cuartoscuro, donde publicaba Rubén. “Venía muy preocupado, esa es la palabra. Me dijo que sentía miedo, que estaba muy asustado de estar en Veracruz. Sé que el martes, miércoles, habló con Moisés Pablo, editor de nuestra agencia, y le externó su preocupación de que lo estaban siguiendo aquí en el DF. Bromeó con que a lo mejor era paranoia, pero ya nos dimos cuenta que no lo era. Tengo entendido que en un restaurante, alguien se le acercó para preguntarle si era el fotógrafo que salió huyendo de Veracruz, y luego se fue la persona esta”.

Valtierra concluye desconcertado por la saña con que lo mataron: “¿Qué pecado cometió esa joven promesa del periodismo?”

¿Fantasías de un joven de 31 años que buscaba empleo y fama en la capital y se aprovechaba de la leyenda negra de Veracruz para ganar relevancia? Definitivamente, no, me dice Rafael Rodríguez Castañeda, director de la revista Proceso, donde también colaboraba Rubén. “Hay por lo menos tres testimonios que pueden dar cuenta de que había huido de Veracruz por amenazas por su trabajo. A nuestro corresponsal Noé Zavaleta le dijo que lo acosaba gente desconocida, que no podía soportar más. Le dijo: ‘Me voy antes de que me den una paliza que me deje paralizado un mes’. Por desgracia, fue algo más que esa paliza”.

La CNDH recordó ayer que van 15 agresiones a periodistas en los cinco años de gestión del gobernador Javier Duarte. Sólo por eso, la autoridad tendría que ser particularmente cuidadosa con las palabras. Autoridad incompetente para prevenir, disuadir, impedir, perseguir y recia para encarar las batallas mediáticas.

¿Por qué Rubén tenía tanto miedo, por qué lo ejecutaron como ejecutan los criminales diabólicos? No hay un indicio para responder ese par de preguntas. Pero la autoridad salió a lavarse la cara, a escamotear, adulterar información.

Basta ya de la doble violencia . La de quienes ultiman así. Y la de autoridades que enredan los homicidios. Homicidios de periodistas y no periodistas. Basta ya.

MENOS DE 140. Más malas para el PRD. Caso Ahumada. Por costas en un juicio tendrá que pagar en Buenos Aires unos 17 millones de pesos. Y el pleito sigue.

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