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El representante del Partido Republicano en México (preside la comunidad que incluye a las dos cámaras americanas de comercio y otras 75 organizaciones, apartidistas todas, que agrupan a dos millones de sus paisanos avecindados aquí), Larry Rubin, se sorprendió en alguna charla televisiva de El asalto… cuando le pregunté por qué su sociedad no se manifestaba sobre los señalamientos públicos de que Donald Trump era cliente VIP de servicios de prostitución.

No recuerdo su respuesta exacta, pero en sustancia me dijo que en su cultura se diferencian con claridad acusaciones, evidencias, procesos y juicios que, en rigor, corresponden a los tribunales judiciales, no a los “populares”.

La explicación me gustó por su civilizada racionalidad.Recordé aquella lección por las 18 palabras llegadas a mi correo electrónico desde el iPad de uno de los tantísimos linchadores que pululan en México, el sospechosista lector Jaime Ferrer: “¡Cuánto has de haber recibido de García Luna para defenderlo, realmente vives en las cañerías de la información!”.

Despistado, el remitente interpreta como “defensa” la información precisa, concisa y maciza que he dado sobre el ex secretario federal de Seguridad al ocuparme de las acusaciones por las que se encuentra encarcelado en Estados Unidos: cuatro delitos, de los cuales tres están prescritos y solo está vigente el de perjurio, que activa los que habían caducado.

Esos tres se basan en afirmaciones de testigos protegidos que ahora tienen que aportar las pruebas de tiempo, lugar, modo y circunstancia.El Rey Zambada dijo algo inverosímil, sin tiempo ni lugar: la entrega de tres a cinco millones de dólares en un maletín (algo así como un portafolios), cuando lo cierto es que con mucho trabajo cabría un millón en la más grande maleta Samsonite, según me dijo el ex jefe de Operaciones Internacionales de la DEA (la agencia antidrogas estadunidense), Mike Vigil, quien, dicho sea de paso, dice que trabajó tan bien con García Luna como con ningún otro funcionario mexicano.

El risueño apodado La Barbie figura entre los acusadores de hacerle pagos por encubrimiento a García Luna, pero en su propio juicio no pudo probar ninguno de sus señalamientos para obtener el beneficio de testigo protegido, y por esto le dieron la pena máxima de 50 años.

Otros “testigos” pueden ser los de la Operación limpieza, que tampoco aportaron pruebas. Fue el bochornoso caso en que varios militares, con el general Tomás Ángeles Dauahare a la cabeza, así como funcionarios probos de la extinta Procuraduría General de la República, fueron llevados a la cárcel, sometidos a proceso y finalmente exonerados, pese a las venenosas pero delirantes acusaciones de un testigo protegido que se hizo célebre por falsario y por su mote Jennifer.

Hoy, carroñeros como quien afirma que defiendo a García Luna, salivan ante la ilusión de que el ameritado ex funcionario se declarará culpable de cuanta marranada le imputan delincuentes confesos y sentenciados.

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