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Federer, el eterno rival de Nadal y el suizo que nos fue conquistando y atrayendo de nuevo a las canchas de tenis después de que crecimos con jugadores como Sampras , Agassi o un Boriss Becker, al menos yo.

El hombre que jugaba con una elegancia y rapidez, siempre prudente, certero y profesional. Nunca le conocimos desplantes, enojos, impulsos o actitudes anti deportivas, él iba a lo suyo y con eso era suficiente.

Su salto vertical perfecto, sus 20 Grand Slam, el que más ATP Finals ha conquistado, siempre entre los primeros tres entre Nadal y Djocovick, pero en mucho tiempo fue el uno.

Tras anunciar su retiro la semana pasada, hoy jugó su último juego en la O2 de Londres ante más de 20mil aficionados que coreaban su nombre sin descanso y lo miraban sin ningún parpadeo.

Jugó y nos hizo disfrutar de su majestuoso juego y habilidades con la raqueta. Uno de esos personajes que parecen haber llegado a la tierra desde otro planeta, algo así como Messi o Cristiano, jugadores que mucho les cuenta su esfuerzo y disciplina, pero su talento y magia con la pelota es difícil de volver a encontrar.

Al finalizar el juego, sin la gloria del triunfo, pero sí con la de una carrera de 24 años, 1251 victorias y 20 Grand Slam las lágrimas salieron de golpe, una tras otra, el sentimiento, el aire atropellado y millones de ojos mirándolo.

Uno llora porque el sentimiento de tristeza o dolor es incontrolable, porque se nos agudizan las ganas de no perder el momento, la persona o los recuerdos.

Los triunfos, la gente, las canchas, los días de entrenamiento, los dolores, las lesiones, el llanto del triunfo y también el de la derrota, los amigos y enemigos, los gritos y los eternos silencios, los pasillos en soledad para salir al terreno, los vestidores, los fans, la familia, la crítica, las portadas, las entrevistas y los rivales, todo eso en cada lágrima que derramó Federer ante el mundo y las gradas del O2 en Londres.

Él mismo publicó una serie de fotos en su cuenta de twitter en preparación a ese último juego, ya con la nostalgia de que después de haberlo hecho por 24 años hoy sería la última.

Se llora por tantas razones, y es que la pasión por el deporte y la vida dada y hecha en él, ha formado a este hombre que el día de hoy todos vimos, aplaudimos y también lloramos con él.

Nadal, su rival y ahora su gran amigo también llora desconsolado y es que lo sabe bien, la era de los triunfos y de la fama está por terminar también para él. Es hora de los más jóvenes, de los que no cargan lesiones y dolores desgarradores en sus piernas, pies, rodillas, muñecas y hombros. El tiempo pasa factura y eso que apenas llegan a los 40.

Los deportistas que se convierten en líderes, dejan de estar un día de boca en boca pero quienes llegan al nivel de Federer, se convierten en leyendas y con eso basta.

El llanto - e644d4efc08b923782d9077b4bc0441ba10a2800w-1024x714