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Estamos a quinientos años de la Noche Triste, como se llamó a la retirada de los invasores soldadesca cortesianos por la calzada de Tlacopan, estorbada por la furia mexica, la lluvia inclemente y la impedimenta del oro y la plata saqueados por los fugitivos conquistadores.

Sin embargo, como muchos años después ocurriría tras la victoria de “El Álamo”, vendría la derrota final. De la primera noche triste, en Popotla; a la segunda, en Texas, hay una constante: siempre pierden los débiles o como en el futbol, los “favoritos sentimentales”.

Pero el sentimentalismo es una constante nacional. Nos gana siempre la emoción, por eso nos hemos sentido todos tan ofendidos en nuestra entraña mestiza, por los agravios estético urbanísticos en contra de los hijos de Putla (Villa de Guerrero).

Yo, personalmente no tengo nada en contra de ese lugar. Tampoco tengo nada a favor. No es mi sitio favorito en Oaxaca. Hay otros lugares más a mi gusto, como Huatulco, por ejemplo o Huajuapan de León o Juchitán.

No voy a meterme en las honduras de definir su arquitectura, ni la amplitud de sus calzadas una de las cuales se llama, obviamente, Benito Juárez. Tampoco intentaré describir su iglesia del Dios Vivo, ni mucho menos su parque Centenario o su heladería “Yu´Va Bixi Gourmet”, maravilloso sincretismo mixteco parisino.

Tampoco se si como la ciudad de México, merecería a un Charles Latrobe para bautizarla como una segunda “Ciudad de los palacios”. No tengo ánimo, ni mérito para distinguir entre la fealdad y la belleza. Es un asunto demasiado subjetivo.

Y en cuanto a si es un arrabal; como dijo el irrespetuoso Castañeda, cuyo autobús de campaña era “El Güero”, pues me atengo a la definición del diccionario, el cual nos ilustra sobre la característica de una población “anexa a otra mayor”, lo cual tiene poco de injuria y mucho de precisión.

Pensar otra cosa es –como dice nuestra afamado Molécula (¿gemelo de la molécula?)– una falsa mentira.

Y la verdad habiendo tantos temas urgentes para el análisis y la opinión, yo habría dejado pasar este asunto putlense si no fuera porque ya se convirtió en un posicionamiento del Jefe del Estado, condición por la cual cualquier tema adquiere características mayores.

Leamos estas profundas reflexiones desde el Palacio Nacional:

“(AQ).-… Cuando un personaje como Castañeda se expresa de esa manera, y otros, porque tengo entendido, no vi el programa que hasta se rieron los demás, Aguilar Camín, otro intelectual orgánico del régimen, el conductor del programa (Leo) Zuckermann, entonces muertos de risa ante una expresión despectiva, discriminatoria, racista, y así también una escritora, la señora (Denise) Dresser, que dijo que yo tenía una concepción pueblerina, hizo referencia a mi municipio Macuspana, creo que también (Felipe) Calderón, imagínense…”

Así pues la defensa de los hijos de Putla y en general de todos los mixteco-zapotecos y demás pobladores originarios asentados en Oaxaca, es en contra del pensamiento despectivo, discriminatorio, racista, clasista y cualquier otra forma de menosprecio por parte de quienes no quieren aceptar el cambio, la transformación radical del país, el abandono de las prácticas corruptas, de los privilegios y se entregan en brazos ya no del sicariato (lindo neologismo), periodístico sino los sicarios intelectualoides (y perdón por el despectivo).

Parece mentira pero quinientos años después de la noche tenebrosa, como la llamó el gran Bernal Díaz del Castillo, todavía los rubios se pelean contra los demás y estos contra los blancos, como quedó visto en las manifestaciones recientes cuando Omar García Harfuch todavía no era un héroe nacional.

Pero una cosa son las conquistas militares, como fue la colonización de México, y otra decirle poblacho horroroso a Putla.

Aquel episodio histórico, del cual, por cierto no nos han ofrecido disculpas a los mexicanos de hoy, preocupados como estamos por el asalto y la quemazón del imperio azteca, parece algo interminable al menos en sus arraigos hereditarios.

Pero como dice un proverbio zapoteco:

“Bigá nou, biga ludxu’ pa ni gucoou, ni guiniu, qué guluis’neza cha’huio, binni, xqui`dxu”.

Esto en castilla significa, como bien lo sabe la senadora Susana Harp,:

“ Córtate la mano y la lengua si lo que escribes, lo que dices, no muestran a tu pueblo el buen camino.”

En estas condiciones yo propongo, para cuando pase la epidemia, una gran marcha por la reivindicación de los hijos de Putla, la cual debe salir del Palacio Nacional y terminar en las tierras del antiguo marquesado de Oaxaca.