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          Solo hago cuentas políticas sin comparar, porque ya sé que no le gusta, de las diferencias de tiempos, espacio, condiciones y personalidad: de la indignidad del apoyo a aquella frustrada reelección, al encuentro, puedo decir, entre iguales, aunque por la disparidad de países, parecería imposible

El pasado sábado 7 de noviembre no solo despertamos tomando el teléfono de nuestras mesitas de dormir para saber qué había pasado en el mundo, como todos los días, sino que, con mayor interés, y con un ojo abierto y otro cerrado por la prontitud mañanera, queríamos saber si la incertidumbre del proceso electoral de Estados Unidos había llegado a su fin.

Pensilvania era el estado que más podía ir dejando claro si sí o si no, y aunque nuestra emoción e interés porque perdiera ganara Joe Biden, era más un deseo nacionalista de que un líder como Donald Trump dejara de ningunear a nuestro país y sobre todo a los mexicanos indocumentados.

El hecho de que perdiera Trump, era también una ilusión para un país como el nuestro que pareciera que retrocede cada vez más hacia una posición llamada “cuarta”, de que sí se puede derrocar saliendo a votar.

Pasaría lo mismo como hace cuatro años con esta onda populista en el mundo entero, Donald Trump siendo el ejemplo más claro de las mentiras, de las retóricas cargadas de odio, del muro interminable que dictaba una separación opulenta de una raza blanca norteamericana contra la nuestra.

Imágenes por aquí y por allá, me llevaron a reflexionar sobre mi primera elección oficial en mi país que fue en el año 2000, es decir hace más ni menos que veinte años, las fotografías las hacíamos nosotros los jóvenes que salíamos a las calles a gritar de emoción que el cambio había llegado y era hasta el día siguiente que esperábamos los periódicos impresos para ver con ansias la cobertura en todo el país y descubrir si teníamos suerte y aparecíamos en algún diario.

Eran otros tiempos, la fotografía no corría tan rápido, los medios no sabían lo que vendría. Una revolución digital que los obligaría, sí o sí, a comprar servidores interminables, a contratar a especialistas en crear sitios rápidos e informativos de calidad.

De allí en más, la televisión aún era la reina para la materia visual y pronta. Hoy después de dos decenas de años, creo que casi nadie prendimos la televisión para seguir la cobertura. Más bien fueron pantallas conectadas al WiFi de la casa, la del celular, la tableta y la laptop.

Más rápido, más cómodo y con el control directo de escuchar uno u otro. Al menos con esta pandemia hemos aprendido a distribuir nuestra capacidad auditiva en un zoom, en las noticias, en el ruido de la casa y en la música que nos “tranquiliza”.

La imagen ha venido a empoderarse, la fotografía se vuelve indispensable para cualquier medio. La necesita para lanzar un tuit, un post o una storie, no todo puede ser texto y mucho menos en estos tiempos donde si no vemos, no creemos.

Necesitamos ver la sonrisa de triunfo para creer que en verdad se ha declarado ganador, y también precisamos la contraparte que constate que hay un perdedor y sus rasgos faciales se han convertido dignos de un funeral.

Le di seguimiento a dos de los principales medios impresos en Estados Unidos, The New York Times y el Washington Post en sus cuentas de Twitter para ver la cantidad de imágenes que compartirían a partir del momento en que se informó el último dato de Pensilvania.

Por la simple necesidad de ver las posibles y distintas imágenes a publicar, si había tanto o si iba a hacer un uso excesivo de archivo, y también porque la primera foto que anuncia el triunfo quizá no llegue a ser recordada por nadie por el intenso bombardeo de todos los medios.

Durante todo el día el diario neoyorquino publicó un aproximado de 45 fotografías de Biden y los festejos respectivos, su primera foto publicada que acompaña la noticia de que el Presidente número 46 había sido elegido finalmente, fue la que vemos aquí.

La caducidad de la imagen - lacaducidaddeunaimagenlaura
En la imagen, Joe Biden tras ganar las elecciones en Estados Unidos. Foto: Erin Schaff / Staff NyTimes

La fotoperiodista Erin Schaff estuvo pegadita a él durante toda la campaña, logró la cercanía y sobre todo la capacidad de capturar a Joe Biden en el ritmo acelerado de las campañas estadounidenses.

Los colores, las banderas, el partido, los detalles azules, la vida personal, la sonrisa, la gente a su alrededor, la conexión y la química con Kamala Harris, ella lo capturó todo y su trabajo fue publicado a nivel internacional.

Mientras que en el Washington Post solo fueron 25 fotos, y todo lo contrario al NYT es que durante el mismo día publicaron más sobre el estado de ánimo y las consecuentes acciones que Donald Trump tomaría contra un posible fraude en su derrota.

La primera foto que utilizaron fue de la primer campaña para ser Presidente de Joe Biden, tomado de la mano de su esposa. Recordemos que han sido 50 años de carrera política la que ha llevado y que es justo hasta ahora que logra culminar con el mayor y mejor puesto al que puede aspirar cualquier político: ser presidente.

Las fotografías se han quedado atrás en los Timeline, porque el primer discurso dado por la dupla Biden-Harris removió todo y sus sonrisas y emoción sepultó todo lo antes publicado.

Así también es como juega nuestra memoria hoy en día, lo que vemos apenas al despertar caduca para mediodía y justo al anochecer es como si viviéramos ya en otra frecuencia que casi nos hace sentirnos en el futuro del día siguiente.

La imagen es tan poderosa que es necesaria para que recordemos el día siguiente y el día de hoy, de lo contrario los propios recuerdos caducarían en nuestro propio Timeline mental.