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No solo el gobierno federal y el local están amedrentados en Guerrero. También parece temerosa  la sociedad.

No vemos al Estado contener a los violentos organizados, pero tampoco vemos a la sociedad de Guerrero repudiarlos.

Una excepción: los guerrerenses que esperaban su credencial de elector echaron de la oficina donde la gestionaban a los maestros que quería interrumpir el proceso.

No veo coagularse un rechazo similar entre las otras fuerzas organizadas de Guerrero. Ni para lo que sucede, ni para lo que viene.

¿Qué viene?

Según Salvador Rosas, de la Comisión Política de la Ceteg, los movilizados violentos tienen ya en su poder 45 de los 81 municipios del estado. Su plan es tomar los que faltan, impedir las elecciones, crear “consejos populares” y empezar a cobrar impuestos para financiarlos. (El Financiero, 21 de enero 2015).

La Ceteg es el verdadero centro de la agitación guerrerense. A fuerza de no encontrar resistencia en su camino, ha dado un salto cuántico en sus pretensiones.

Ahora no solo rechaza la reforma educativa, su protesta original. Ahora se piensa también como  cabeza de playa de un acabado delirio “revolucionario institucional”: tomarse las alcaldías del estado, nombrar autoridades y crear un gobierno popular de facto.

Supongo que a la inmensa mayoría de la sociedad guerrerense este proyecto le para los pelos de punta. Pero no vemos a esa mayoría mostrando su repudio al proyecto en la plaza pública.

Está visto que no será la fuerza la que contenga a los violentos. No si no lo pide la sociedad guerrerense agraviada, amenazada por esa violencia.

Me refiero a la inmensa mayoría de los ciudadanos organizados de ese estado: autoridades y partidos, empresarios y trabajadores, iglesias y organizaciones no gubernamentales, padres de familia y medios de comunicación.

Todos ellos deberían hablar con claridad, y juntos. Su primera palabra, común y bien gritada, tiene que ser: No.

No a boicotear las elecciones, no a bloquear carreteras, no a quemar edificios públicos.

Diciendo No en público, con una sola voz, la sociedad de Guerrero puede salvar a Guerrero.