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“Entre la tecnocracia y el populismo” es el título –contradicción analítica, opción de gobierno– que guía el breve gran ensayo de Jesús Silva-Herzog Márquez publicado en la revista Nexos de agosto. https://bit.ly/2M983KX.

Si hacemos caso a libros recientes, nos dice Silva-Herzog Márquez, “las democracias liberales están tocadas de muerte”.

Puede ser, sigue, pero si esa es la realidad, y esa es la crisis grave de las democracias liberales, es porque el liberalismo, como idea del mundo y de la sociedad, renunció a su espíritu histórico, que es el escepticismo.

Incurrió así en tres traiciones que acabaron poniéndolo a la defensiva, sin respuestas creadoras, frente a los cambios del mundo moderno.

La primera traición fue la del “historicismo liberal”, que decretó el “fin de la historia” en 1989, luego de la caída del socialismo real.

Fue una manera triunfalista de decir que la historia había cambiado de eje para siempre y que todas sus variantes futuras caerían dentro del cuadrante liberal: democracia, mercados libres, sociedades libres, economías liberalizadas.

La segunda traición del liberalismo a su propio espíritu, dice Silva, fue la del éxito, mejor dicho: “la ilusión del éxito” de esta metafísica del triunfo irreversible.

El liberalismo “confundió la derrota de su enemigo” con su victoria: “Ignoró las exigencias de igualdad, de pertenencia, de emoción: dejó de aplicar la sospecha a sí mismo, a sus recetas y a sus resultados”.

La tercera traición fue encogerse intelectualmente y depositar su mensaje fundamental en la economía. “Los economistas (cierta escuela de economistas) secuestraron su discurso”, dice Silva.

El liberalismo terminó en eso que conocemos internacionalmente como “neoliberalismo” y que alguien pudo poner en las diez recetas del “Consenso de Washington”.

Sigue Silva-Herzog Márquez:

“El liberalismo político, subversivo siempre, se subordinó a una doctrina fatua con humos de ciencia”. Defendió así, implícitamente, la necesidad de un gobierno “de los que sí saben”, contra los que no saben nada. Fue el paso a una era mundial de gobierno tecnocrático.

Las cegueras políticas y los malos resultados tecnocráticos, sembraron la crisis del liberalismo y de la democracia que en muchos sentidos gobierna el litigio global de nuestra época.