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Cuando Luis Videgaray, en un momento de audacia se brincó a medio mundo y concertó para Enrique Peña Nieto, una entrevista con el candidato puntero de las elecciones americanas de 2016, Donald Trump, logró acercar a su jefe con el futuro presidente de los Estados Unidos. Nadie en el mundo había jugado esa casilla en la ruleta electoral de manera tan decidida.

El mundo se le vino encima a Peña porque cometió la torpeza de recibir a un seguro ganador como si fuera un jefe de Estado, pero ese fue un error de protocolo. En ese tiempo Trump no podía, como ahora, condicionar políticas en México. Hoy lo hace todos los días. Antes ofendía; hoy ofende y manda, pero aquel movimiento político fue acertado: Peña tragó sapo y apostó por el número ganador.

Las críticas, especialmente alentadas por quienes hoy están en el poder y desde entonces manejaban oleadas de bots en las redes sociales para denunciarlo todo, como si todo fuera culpa de Peña, justificaban su acidez en las injurias de Trump hacia México, las cuales no han variado nada.

Frijoleros, “greasers”, violadores, criminales, asesinos, delincuentes. Todo eso, pero hoy con la dócil resignación de quien encima de todo tolera el muro y pone el tapón chiapaneco contra los centroamericanos a quienes se ha querido ayudar con arbolitos ridículos o semillas de ahuehuete o flamboyán. Un espanto grotesco.

Ahora las condiciones son distintas y México vive sometido a los caprichos de Donald Trump, amagado por su valla, con sus fuerzas militares al servicio en la contención migratoria y un tratado comercial invasivo y lleno de supervisiones inadmisibles en otro tiempo (como los inspectores laborales), el presidente de México admite tácitamente –o al menos no rechaza con firmeza –, una invitación con aroma de instrucción, para acudir a los terrenos del otro presidente quien está cerca de perder las elecciones.

De una manera, si se quiere simbólica, aquella invitación a Trump tuvo la cobertura, falsa si se quiere), de una simultánea cortesía a la candidata demócrata, Hillary Clinton quien la rechazó enfurruñada. Doña Cornelia estaba derrotada desde tiempo atrás. Hoy no se sabe de una posible reunión López-Biden.

Se podrá argumentar falsamente, es una reunión de jefes de Estado, lo cual llevaría otra preparación y una agenda fuera de lo electoral, y no es este el caso. El SP no va a reunirse con el POTUS; va a empujar la campaña de un candidato cuya reelección pende de un hilo.

Y –según yo–, ese hilo se reventará.

Y cuando eso suceda, alguien le va a murmurar revanchas a Biden.

Dicho de otra manera: Peña jugó con el ganador y lo lincharon; López Obrador le apuesta (forzado y callado), al número con riesgo perdedor y su claque lo alaba por un acto dizque de gran estadista, quizá –además– porque podría aprovechar su visita a Washington para ofrecerse como inspector electoral y vigilante de la legalidad e impedir un fraude en perjuicio de Mr. Trump, como en México hará para garantizar los triunfo de Morena el año venidero.

Como sea este será un tropiezo más en la pol

ítica exterior, cuyo mejor momento ha sido acudir al tianguis de suministros médicos de China.

PARRA

No es de extrañar la cita optimista del SP en una de sus recientes conferencias.

Ha dicho en paráfrasis o cita cancionera, “…gracias a la vida, que me ha dado…” tal y como cantaba la chilena Violeta Parra. Linda cosa esa de celebrar la vida.

Pero la información musical del SP al parecer está incompleta, porque la señora Parra escribió también otra canción terrible en la cual maldice hasta del “alto cielo”, lo cual no es una blasfemia sino una depresión, tan sincera como su triste final: la mujer agradecida por la vida prefirió el suicidio a la existencia.

Así pues, la inspiración musical del SP resulta por lo menos parcial, porque no basta el nuevo cancionero (como se le llamó a ese movimiento) para refutar al Fondo Monetario Internacional, proterva institución tan lejos del charango y tan cerca de Washington, cuyo diagnóstico de derrumbe económico mexicano suena como aquella otra canción de Violeta:

“…Que pena siente el alma/Cuando la suerte impía/Se opone a los deseos/Que anhela el corazón…”

O como dijo el Nobel Dylan, (y le queda a Trump):

“…You that hide behind walls/You that hide behind desks/I just want you to know/I can see through your masks…” (a ver si se lo traduce Epigmenio).