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          Solo hago cuentas políticas sin comparar, porque ya sé que no le gusta, de las diferencias de tiempos, espacio, condiciones y personalidad: de la indignidad del apoyo a aquella frustrada reelección, al encuentro, puedo decir, entre iguales, aunque por la disparidad de países, parecería imposible

Se entiende que un presidente al que le heredan todo, la Presidencia y el poder, quiera entregar al menos eso mismo a su sucesor. Deudas son deudas. Es la historia de los presidentes del PRI.

Se entiende que presidentes que no creen haber heredado nada de sus antecesores, no sientan como su compromiso heredar a otros el poder que no les heredaron a ellos. Es el caso de los presidentes panistas.

Lo que no se entiende es que un presidente al que no le heredaron nada se empeñe en regresar al mecanismo antiguo, según el cual el presidente debe heredar lo que ganó, y es responsable de poner al candidato de su partido y de hacerle ganar las elecciones. Es el caso del presidente Peña Nieto.

En este propósito restaurador hay un malentendido histórico y un mal cálculo de poder. El malentendido histórico consiste en que los presidentes de ningún partido pueden hacer hoy lo que hacían los antiguos presidentes del PRI. Ese presidencialismo ya pasó.

El mal cálculo de poder consiste en que, para lograr su propósito de heredar a la antigua, el presidente tiene que abusar del poder que tiene porque el que tiene realmente no le alcanza.

Peña Nieto tiene una deuda política con los gobernadores que apoyaron su candidatura y con el partido que lo hizo candidato.

A los gobernadores creo que les ha pagado de sobra: en poder, en impunidad, en dinero y en protección, con altos costos para él y para su partido, como lo demuestra el desastre priista de las elecciones estatales pasadas.

A su partido creo que le ha pagado mal. Ha tratado de volverlo su instrumento, más que su aliado. No lo ha dejado elegir a sus candidatos, como fue elegido él, sino que le ha impuesto caprichos y despropósitos venidos, por su mayor parte, de sus gobernadores aliados.

La deuda política que le falta pagar a Enrique Peña Nieto es con su partido. Yo diría que consiste en reconocerle a su partido la autonomía que tuvo cuando lo eligió a él.

Pensar que su deuda política es la de los antiguos presidentes del PRI es pensar mal el momento histórico, encarecer sus deudas y endeudarse de más, sin posibilidad alguna de pagar.

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