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Enciendo la televisión y fuera de la cardíaca final en tenis del Roland Garros, que pese a andar errático en su saque ganó el muchacho maravilla de España Carlos Alcaraz, o del fracaso del Checo Pérez que vemos más en anuncios que en los podios de la Fórmula 1, toda la programación deportiva se fue por el futbol. Que si el 4-3-3 hubiera sido mejor que el 4-4-2, o que si el problema de la Selección Nacional es que no se renueva y son puros rucos, o que los directivos no sirven para nada más que para hacer negocios. Para ellos.

Los resultados de la Selección Nacional de futbol la semana pasada en Estados Unidos no deben sorprender a nadie: ese es el nivel del futbol mexicano.Es un futbol de tercera en un país de primera. Pese a los resultados electorales. Es un futbol de la patada. Pero se nos olvida que los partidos previos al encuentro con Jamaica rumbo a la Copa de Oro, fueron juegos “amistosos” en los Estados Unidos. Algo muy frecuente para la Selección Mexicana: jugar en los Estados Unidos, fuera de toda competencia, con rivales que supuestamente serán vencidos con facilidad. Pequeño detalle: no ganan los ratoncitos verdes, que bautizó Manuel Seyde en Excelsior hace 58 años.

También hace años que el entrenador Ricardo Ferreti de todos mis respetos y admiración, llamado el “Tuca”, acuñó el término de “partidos moleros” para esos encuentros.

No se trata, explicó, de que antes o después de jugar a las patadas los participantes disfrutasen del mole, ese excelso guiso que sin duda tiene sus orígenes en la Nao de China que llegaba a la costa del Pacífico nuestro, portando especias entre otros tesoros. Los partidos moleros se llaman así porque los jugadores saben que no importa el resultado ni la performance : los estadios en los Estados Unidos estarán siempre llenos del paisanaje que anda trabajando allá para mejorarle la economía a sus familias y por lo tanto al viejillo de aquí.

Para los seleccionados nacionales y tribu que les acompaña, explicó el Tuca, esos viajes son una excelente oportunidad para visitar los centros comerciales que allá se llaman “mall”, y hacerle la compra al primer o segundo frente; o a las dos.

Eso en lo que se refiere a jugadores y anexas. Partidos “malleros”. En lo que respecta a la Federación, me dicen que por la alta presencia de espectadores en los juegos y los derechos de transmisión por tele, doña Fede recibe por lo menos dos millones de dólares por partido. A mí la cifra no me consta, ni hay formas fáciles de averiguarlo, pero quien se encarga de repartir el pastel de ese Tour Molero es desde el año 2003 una empresa gringa que se llama Soccer United Marketing. Si los boletos que la mexicanada paga para ver esa piltrafa de selección cuestan entre 80 y 100 dólares, se entiende la codicia.

Lo que los codiciosos de la Federación Mexicana no entienden es que la afición y la patriotería también tienen límites. Los paisanos que se visten de verde y se ponen sombreros ridículos para aplaudir a unos jugadores que nada más no la hacen, se van a cansar un día. Especialmente los jóvenes; si hubiese un buen espectáculo de calidad deportiva y de enjundia en la competición, no les importaría. Pero lo visto hasta ahora, no justifica entusiasmo alguno.

¿Qué va a pasar cuando los estadios de Texas, California, Illinois, las dos Carolinas o cualquier otro nido de la mexicanada empiecen a estar vacíos? ¿Que va a pasar cuando las televisoras ya no quieeran pagar lo que se les pide para transmitir partidos sosos?

Se va a acabar la gallina de los huevos de oro. Y todo este razonamiento puede aplicarse también a la afición en territorio nacional. Digo.

PARA LA MAÑANERA, porque no me dejan entrar sin tapabocas): En este período post electoral en México, es temporada de especuleros. Hay una gran cantidad de adivinos que pronostican nuestra futura desgracia: que si el dócil Ignacio Mier se saltó las trancas, sin consultar con la presidente electa Claudia, y declaró que el Congreso aprobará a las de ya, todas las propuestas de reforma constitucional del presidente saliente López; que si Lopitos ya se apuntó para unirse al gabinete de la señora Sheinbaum si se lo pide (alguien insinuó la creación de una Vicepresidencia al estilo gabacho); que si la elección de jueces y magistrados, como lo hacen en Estados Unidos, sea por voto popular y directo. Todo esto, en otra esfera importante de la vida, se llama ejaculatio præcox.

Claudia Sheinbaum acaba de convertirse en la omnipotente emperatriz de México, pero abrirá su pensamiento y -sobre todo- su juego, después de que le impongan la banda presidencial en el pecho.