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Washington tiene intereses que sólo allí entienden. No le importa si cubanos, venezolanos, nicaragüenses, mexicanos escogen dictadores como gobernantes. Sólo se mete si Cuba quiere poner una base rusa, México escáneres chinos en la frontera, o Venezuela anexarse una parte de Guyana.

Maduro intentó suspender las próximas elecciones con una guerra para invadir más de la mitad oriental de Guyana. Estados Unidos mandó tropas a Guyana, y a Maduro se le olvidó el tema. Así que inventó otro pretexto: inhabilitó a la única candidata opositora. Ahí, Estados Unidos no dijo nada.

Así que Maduro volverá a ganar sin oponentes las próximas elecciones, como ganó las anteriores, que no fueron libres ni justas, sin observación internacional, con absoluta falta de independencia de la autoridad electoral y de manera fraudulenta. Y ya Venezuela lleva 25 años en dictadura.

Como alfil del eje La Habana-Caracas, el presidente de México estableció con Trump y Biden el clásico pacto de jugar con la cadena, pero no con el perro. Cuida la frontera y los negocios de Estados Unidos, a cambio de que allá no se metan en su desmantelamiento de la democracia aquí.

Lo explicó muy bien el presidente mexicano el martes:

“Somos el primer socio comercial de Estados Unidos, tenemos récord en utilidades para los bancos, récord en crecimiento de la bolsa… Es lo que le interesa a Estados Unidos. ¿Ustedes creen que Estados Unidos va a hacer caso a los periodistas que critican mi gobierno?”

Tiene razón: eso es lo único que le importa a Estados Unidos de México. Y que voté a favor de sus intereses en la ONU en asuntos francamente cruciales para su agenda de seguridad internacional, dejándole margen para que vote en contra en temas ideológicos de bazofia: Hamas, Venezuela, Cuba.

En cambio, Estados Unidos obligó al presidente mexicano a tirar un acuerdo con Putin para instalar aquí el GPS ruso, que podría espiar a Estados Unidos; y otro para instalar escáneres que permitirían a China saber lo que ingresa a través de México a Estados Unidos. No, en cosas serias, no.

La estrategia de Estados Unidos es dejar a México cocerse en su propio caldo con los nuevos amigos que le endilgó el gobierno castrochavista de la Cuarta Transformación: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Senegal, Somalia, Sudán, Burkina Faso, Libia, los asesinos de Hamás.

Y van a construir un muro de concreto y acero en los tres mil kilómetros de frontera, con el cual están a favor ya hasta los correctitos del partido Demócrata. Biden dijo en diciembre que “no me gusta el muro, pero qué voy a hacer, no puedo detenerlo”.

Ese es nuestro futuro. Y, como dice un famoso anuncio publicitario:

El futuro ya está aquí.