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La descarga homicida de la cárcel Tres Cruces de Guerrero, donde una riña entre internos produjo 28 muertos la semana pasada, es como el brote de un chorro hirviente en una zona de géiseres.

Quien quiera entender la lógica de los motines carcelarios debe leer el ensayo “Las fallas penitenciarias”, de Juan Pablo García Moreno, publicado en la revista Nexos en la edición de marzo de 2016 (http://bit.ly/2tXH2AO).

La violencia que una y otra vez estalla en nuestras cárceles tiene un origen casi físico que se llama sobrepoblación.

En México hay 250 mil presos en cárceles donde caben solo 200 mil. De las 389 cárceles que hay en el país, 189 padecen sobrepoblación; 12 de ellas tienen una sobrepoblación superior a 300%. La cárcel distrital de Tepeaca, en Puebla, tenía hace dos años una sobrepoblación de 576%.

“Sobrepoblación carcelaria” quiere decir que en 189 cárceles mexicanas hay una lucha darwiniana por espacios donde dormir o ir al baño, con frecuencia por la comida, por el agua y, desde luego, por la seguridad personal.

La saturación carcelaria da paso a la ingobernabilidad de las prisiones, lo cual produce a su vez el llamado “autogobierno”. Esta palabra quiere decir que la parte más dura y violenta de los reclusos captura la administración de la escasez crónica de todo, en un espacio donde la autoridad y sus custodios han perdido toda posibilidad de control.

Una de las consecuencias de la sobrepoblación es que los encargados del penal son cada vez menos y los presos cada vez más.

“Detengámonos por un momento a entender este escenario”, sugiere Juan Pablo García Moreno: “Un custodio, por mejor capacitado que esté, debe encargarse de casi 10 internos. No solo debe observar que los internos tengan sus necesidades cubiertas, sino que, naturalmente, debe encargarse de que su comportamiento sea adecuado. Podríamos pensar, con razón, que es una empresa imposible”.

“En 77% de los centros penitenciarios”, sigue García Moreno, “el personal de seguridad y custodia es insuficiente para traslados, cubrir ausencias, vacaciones e incapacidades.

“En 76% de los centros no existen acciones para prevenir ni atender incidentes violentos como riñas, lesiones, fugas, suicidios, homicidios y motines.

“En 62% se detectaron áreas de privilegios así como presencia de objetos y sustancias prohibidas e internos que ejercen violencia o control sobre el resto de la población”.

Las cárceles explotan porque son terrenos minados.

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