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Trump calificó el caso del pedófilo fallecido Jeffrey Epstein como una "caza de brujas" y criticó que el Departamento de Justicia

La violencia mexicana ha cambiado mucho en los últimos años. Parece venir de las mismas fuentes que la explicaron hasta ahora, en particular de la violencia del narco, del crimen organizado en general, y de sus ajustes de cuentas.

Naturalmente esas siguen siendo causas fundamentales de la violencia, pero es cada vez más certera la visión que, desde un principio, tuvo Fernando Escalante Gonzalbo respecto de nuestra violencia: es más diversa en su origen de lo que sugieren expresiones como “cárteles de la droga” o “crimen organizado” Ver aquí.

Lo que la guerra contra el narco rompió, dice Escalante, fue una especie de homeostasis de la violencia, mediante la cual estaban contenidas, acotadas, y respetadas en sus intereses, redes muy distintas de gente armada que había en el país, redes de crimen local, de negocios ilícitos que iban de la extorsión política, tipo Antorcha Campesina, a diversos tráficos ilegales como el de migrantes, mujeres, madera, protección, control caciquil, control sindical, y la actividad micro de bandas asociadas a sus respectivas complicidades con policías y ex policías, con militares y ex militares.

La batida contra el narco rompió esa homeostasis y puso a todos a defenderse y a disparar, no sólo a los narcos. La diversidad criminal del país es mucho más extensa y más difícil de controlar hoy que la violencia del narco.

El crimen pasó poco a poco en estos años de la violencia “especializada” del narco, que lo que quiere es producir, transportar y exportar drogas, a la violencia múltiple, ubicua, a ras de pueblos y comunidades, que lo que quiere es extorsionar a la sociedad.

El nuevo crimen genérico de México no es el del narco sino el del derecho de piso, vale decir, la exacción violenta de todo lo que hay en el horizonte: negocios grandes y pequeños, puestos de los mercados públicos o vendedores ambulantes, productores de aguacate o vendedores de pollo, gobiernos locales o tortillerías, y hasta iglesias.

Enrique Serna publicó aquí en MILENIO un excelente muestrario de esa nueva diversidad criminal (“Soberanía en peligro”). Y el diario El País ha hecho dos excelentes reportajes apuntando en la misma dirección.