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Parte de la tragedia de Acapulco después de Otis son los números que hay en la cabeza de los gobernantes.

El Presidente dice que hay recursos ilimitados para poner Acapulco de pie. No los hay, desde luego, nunca los hay. Siempre son recursos escasos.

Como prueba de que no tiene el dinero de que habla, el Presidente ofrece los 15 mil millones de los fideicomisos del Poder Judicial que quiere quedarse. No los tiene. Es un dinero en litigio.

Tiene lo que le queda del Fonden, unos 11 mil millones y 450 millones de dólares por un seguro contra catástrofes que cobrará quién sabe cuándo.

El Presidente espera que con estos dineros, reales e hipotéticos, Acapulco vuelva a ser lo que era para la Navidad.

Resuelto eso por el Presidente, la mayoría gobiernista del Congreso, que discute el presupuesto de 2024, dice que no piensa crear un fondo especial para la tragedia.

La candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, tiene una idea alternativa: que los legisladores den un mes de su sueldo a la desgracia. Unos 25 millones de pesos.

La pérdida calculada de los daños de Otis en Guerrero, sin embargo, es de 15 mil millones de dólares, unos 270 mil millones de pesos.

Naturalmente, esta es la cantidad que costará la reconstrucción en el tiempo. ¿Pero cuánto hay que poner hoy? Nadie tiene el cálculo y nadie tiene el dinero para eso.

Una cosa sensata que se ha oído es la propuesta de la candidata presidencial opositora Xóchitl Gálvez: una ley de emergencia de 50 mil millones de pesos para atender Acapulco este año.

Pregunta: ¿Si Hacienda dejara de gastar 5%, por tres meses, en el Tren Maya, Dos Bocas, Pemex, CFE y sus candidatos electorales, podría tener 50 mil millones hoy?

Creo que sí, fácilmente.

Pero el gobierno pone números chiquitos en su cabeza cuando piensa en Acapulco y en su apocalipsis, descrito ayer por Héctor de Mauleón, @hdemauleon, en una crónica espeluznante, extraordinaria.

El tamaño de la solidaridad del gobierno con la tragedia guerrerense queda clara en el tamaño de los números de ayuda en que piensa, dado el tamaño del fenómeno.

México ha perdido una ciudad histórica, emblemática, paradisiaca y terrible, legendaria. Su gobierno piensa ponerla de pie comprándole cacahuates.