
Pocas veces Dios se ha asomado en los barrios de Ecatepec, en este municipio se acerca más la Santa Muerte, a la que muchos veneran. El municipio más poblado del Estado de México, el que aporta las cifras más sangrientas de violencia contra las mujeres, homicidios y pobreza. La miseria en Ecatepec se respira en sus … Continued
Pocas veces Dios se ha asomado en los barrios de Ecatepec, en este municipio se acerca más la Santa Muerte, a la que muchos veneran.
El municipio más poblado del Estado de México, el que aporta las cifras más sangrientas de violencia contra las mujeres, homicidios y pobreza. La miseria en Ecatepec se respira en sus calles, cuyo olor podrido proveniente del arroyo de La Cañada, un canal de aguas negras al aire libre.
La muerte también se respira en ocasiones. Ese mismo circuito fluvial es un tiradero de cuerpos de mujeres. A las puertas del Distrito Federal se camufla lo que nadie quiere ver, la gente con hambre deambulando.
El papa Francisco estará en un rincón de Ecatepec, donde los vecinos dicen que ya produjo el primer milagro, ya que las autoridades han pavimentado las calles aledañas. A ocho kilómetros del lugar donde el papa Francisco oficiará la misa multitudinaria, y en el asentamiento de La Cuesta, unas 300 familias se han quedado sin agua.

El municipio contempla las tasas de secuestro más altas del país cometidas por adolescentes.
“Son carne de cañón para el crimen organizado”, mencionó un comandante de la Policía local. Los dueños de las calles de Ecatepec, no llegan a los 18 años. Los que están en edad de trabajar pasan más tiempo en el camino de ida y vuelta de la Ciudad de México que en sus casas y durante la mayor parte del día los adolescentes están solos.
La zona, es un foco del narcotráfico, se ha convertido en el lugar idóneo para reclutar a los jóvenes pero potenciales delincuentes, la mayoría menores de edad, capaces de traficar con droga y matar como lo haría un adulto pero sin las mismas consecuencias penales.

Desde las azoteas, los halcones vigilan el trajín de la ciudad para proteger el narcomenudeo y otros negocios ilegales. Los maestros de La Panchito miran el teleférico indignados, ellos dan clases de computación con papel y lápiz.
Sin embargo, el papa Francisco visitará el municipio pero no podrá ver la parte fea, la parte de los olvidados, donde también quieren su ayuda pero no solo espiritual.
Con información de El País
