
Esta isla de 100 mil habitantes lucha por hacer frente a las consecuencias de su dieta ante los alarmantes casos de enfermedades crónicas
Tonga, en el Pacífico Sur, es el país con más gente obesa del planeta. Más del 40 por ciento de su población tiene diabetes tipo 2, y la esperanza de vida se va reduciendo. Y uno de los principales causas de dicho estado de salud es la falda de cordero, carne que resulta asequible (y llena de grasa) y que es importada de Nueva Zelanda.

La dieta tradicional en Tonga incluye pescado, hortalizas, cocos, típicos de una isla del Pacífico llena de palmeras.
Sin embargo, a mediados del siglo pasado, restos de carne (pedazos sobrantes de filetes cortados) comenzaron a llegar a las islas del Pacífico, incluyendo colas de pavo de Estados Unidos y falda de cordero de Nueva Zelanda.
Por ser accesible, agarró popularidad en la isla.

“La gente piensa que lo importado es mejor”, dice Papiloa Bloomfield Foliaki, de 82 años, quien era enfermera y activista política, y ahora trabaja en la industria hotelera. Ella es uno de los pocos habitantes de Tonga que supera los 80 años.
“El pescador que pesca su pez, lo vende, y después se va a comprar falda de cordero. La gente no tiene la educación necesariapara saber lo que es malo para su salud”, señaló.
Datos indican que en 1973, el 7 por ciento de la población sufría enfermedades no transmisibles (las enfermedades crónicas), un término que ha llegado a ser utilizado como sinónimo de la diabetes en Tonga.
Para 2004, la cifra alcanzó el 18 por ciento. Una década después, de acuerdo al Ministerio de Salud de Tonga, la cifra se disparó, rondando la cifra de un 40 por ciento.

“Toda esta generación en Tonga ha sido criada con falda de cordero”, dice Sunia Soakai, funcionaria de planificación de salud de la Secretaría de la Comunidad del Pacífico.
“Son los desechos que no son aptos para el consumo en Nueva Zelanda. Y fueron ellos (los neozelandeses) quienes trajeron esta cosa a los países del Pacífico”.
Los pescadores de Tonga todavía practican la pesca con arpón, sobre todo en la noche, regresando mucho antes del amanecer.
Según Soakai, es inusual para un tongano comer 1 kilo de falda de cordero de una sola sentada, aunque él mismo lo hizo en el pasado. Con los años me engordé mucho. Probablemente llegué a pesar unos 170 kilos”, nos cuenta.

Pero Soakai cambió sus hábitos de vida y perdió 70 kilos. “Tengo un hijo de 5 años”, explicó. “Si continúo con mi estilo de vida, haré huérfano a mi hijo. La segunda causa es que trabajo en el sector sanitario, y eso se convirtió en una cuestión de credibilidad. Y la tercera, que me diagnosticaron diabetes”.
Algunos científicos creen que el problema de Tonga está relacionado, parcialmente, con la genética. Los isleños del Pacífico tuvieron que sobrevivir, en el pasado, largos períodos sin comida, así que sus cuerpos están diseñados para aferrarse a las grasas.
Pero no hay duda de que la sociedad también juega un papel fundamental. “Cuanto más gordo eres, más bello”, dice Drew Havea, director del Foro de la Sociedad Civil de Tonga. Y es que parece que en aquel país, el tamaño y estátus siempre han ido de la mano.

Ser delgado indica, tradicionalmente, una posición inferior en la jerarquía social. “Necesitamos aprender que estar delgado no significa estar hambriento”, dice Havea.
Tradiciones arraigadas a la obesidad

También hay banquetes tradicionales, que podrían, como explica el reverendo y médico Ma’afu Palu, “Buena comida, para los tonganos, es sinónimo de mucha comida”, Es también uno de los muchos que critican a los líderes de la iglesia por no dar un buen ejemplo a sus feligreses.
“En Tonga nos estamos poniendo al día”, dice Lepaola Vaea, directora general adjunta del Ministerio de Hacienda. “Solíamos ver películas americanas y programas de televisión en los que todo el mundo bebía refrescos. Nos sentábamos ahí y pensábamos: ¡Ah! ¡me encantaría beber refrescos! pero nosotros somos pobres y por eso bebemos agua”. “Sin embargo, ahora todo el mundo bebe agua y nosotros bebemos refrescos”.
En 2008, Vaea intentó aumentar los impuestos de la falda de cordero, al igual que había hecho Fiji. “Hubo una gran protesta pública”, explica. “La gente tiene una adicción”, señala ante el resultado negativo que tuvo la propuesta.
No obstante, un restaurante de comida saludable en Tonga sirve pescado y papas fritas. Suena extraño, pero es más sano que las cenas de muchos tonganos.
Así, este país, de apenas 100 mil habitantes, lucha por hacer frente a las consecuencias de su dieta.
Pese a los esfuerzos del gobierno sea crear conciencia social sobre los riesgos de la diabetes y de la obesidad, todavía falta mucho por hacer. Muchos de sus habitantes no parecen buscar un cambio en el estilo de vida o su dieta.
Acabar con la diabetes tomará generaciones, nos asegura un doctor, y las cosas empeorarán antes de que comiencen a mejorar.
Con información de BBC