
Los votantes parecen confusos en medio de una campaña atípica y marcada por los escándalos
A una semana de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, el 23 de abril, la distancia que separa a los cuatro candidatos principales se hace menor, obligándolos a realizar un último esfuerzo para ganar los votos de los votantes que todavía se encuentran indecisos.
El candidato centrista, Emmanuel Macron, y la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, están igualados, justo por delante del conservador François Fillon y el representante de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon.
La diferencia entre ellos se ha reducido tres y seis puntos, según los últimos sondeos que, teniendo en cuenta los márgenes de error, podrán determinar al ganador.
Uno de los puntos más importantes de esta elección es que el nivel de indecisos ha llegado a un récord puesto que uno de cada tres electores no sabe por quién votar.

Otros votantes podrían también cambiar su papeleta en el último momento. Para los analistas, el modo de votación incita a los electores a emitir un voto útil y elegir “al menos malo de los candidatos que tienen una posibilidad”, según el investigador Michel Balinski, del Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS).
En un país marcado por los atentados recientes, un acentuado desempleo y una economía débil, los votantes parecen confusos en medio de una campaña atípica y marcada por los escándalos.
Los electores de derecha han asistido así a la caída de la popularidad del exfavorito de la campaña, el conservador François Fillon, tras las revelaciones sobre los supuestos empleos ficticios otorgados a su esposa y dos de sus hijos.
El que provocó la sorpresa ganando las primarias de la derecha mantiene entre el 18% y el 20% de partidarios convencidos, pero no dispondría de reservas entre los indecisos.
Su clasificación para la segunda vuelta “solo es posible gracias a una clara caída de uno de sus dos principales competidores, Macron o Le Pen”, anota Emmanuel Rivière, director de Kantar Sofres.

El exprimer ministro intenta movilizar al electorado católico y conservador.
El sábado, en campaña en el centro del país, pronunció un discurso vibrante sobre Francia, su identidad y el patriotismo, fustigando el “comunitarismo” y el “islam”.
Para sus partidarios, el avance en estas últimas semanas de Jen-Luc Mélenchon podría jugar a su favor, removilizando a los electores de derecha.
Los fillonistas promueven la amenaza de una segunda vuelta entre dos extremos, insistiendo sobre la audiencia de Marine Le Pen.
A la izquierda, el desconcierto no es menor frente a una oferta dividida: vencedor sorpresa de las primarias en su sector, el socialista Benoît Hamon padece el avance de Mélenchon y la unión de los barones socialistas en torno a Emmanuel Macron.
Hamon se aferra, sin embargo, y ha recorrido el oeste del país este fin de semana de Pascua para intentar convencer.
“Estaré en la segunda vuelta”, afirma, por su parte, Mélenchon en las columnas del diario Le Parisien.

Acusado de populista por sus detractores, el líder de Francia Insumisa, un antiglobalización crítico con Europa, desmiente ser de extrema izquierda y se describe como un hombre “apasionado” e insumiso frente al orden establecido por capitalistas y liberales.
Durante este tiempo, Macron, con 39 años de edad, parece querer evitar cualquier riesgo. El que se presenta como “ni de izquierda, ni de derecha” y encarna el relevo para sus partidarios, sigue yendo “al contacto” de los franceses “tranquilo, sereno y decidido”.
Su gran éxito en esta campaña ha hecho que sea el objetivo de un gran número de sus adversarios, y especialmente de Marine Le Pen.
La líder del Frente Nacional lo atacó directamente en un mitin el sábado, estimando que con él, el poder “sería el islamismo en marcha” (aludiendo al nombre del partido de Macron, ¡En Marcha!).
Con información de AFP