
La moneda está en el aire y cada persona podrá tener tu elección pero lo que no queda duda en ninguno de los dos países es que hay calidad
Desde hace 20 años aproximadamente el debate sobre la Lucha Libre se ha generado en diversos lugares, comparando el deporte que se practica tanto en Estado Unidos como en México.
Del lado mexicano, se afirma que no hay mejor lucha libre que la mexicana, sin embargo, en Estados Unidos aseguran contar con los mejores gladiadores del orbe.


De entrada, cada una tiene su estilo. La lucha mexicana es más ágil, más veloz y dinámica, más espectacular en cuanto a vuelos; la lucha estadounidense es más lenta por lo mismo por el peso de los luchadores, pocas veces la suelen hacer ágil, pero aquí vienen su valor agregado, la fuerza y llaves que tiene cada uno de los atléticas que militan en EE.UU.

En México la falta de presupuesto y mal pago de los empresarios hacia los luchadores hace que estos no puedan en estar en una forma adecuada por así decirlo, tienen que sacrificar alimentación, dinero, tiempo y esfuerzo para ganar poco en una pelea y en ocasiones no cuentan con seguro al subir al ring.

En tanto, los monstruos empresariales estadounidenses son visionarios y saben hacer negocio en todo lo que invierten, como en este caso, en el que juntaron un deporte, la lucha libre, con espectáculo, historias, y personajes, para crear un show que deja mucho dinero tanto a patrocinadores como a los luchadores y empresarios.
Sin embargo, en México únicamente gana el empresario y no tan bien, las formas carteleras son diferentes, los espacios donde se presentan también, antes no había tantas tratas y actuaciones como las han creado en los últimos años, queriendo imitar el espectáculo de los estadounidenses.
La moneda está en el aire y cada persona podrá tener tu elección pero de lo que no queda duda en ninguno de los dos países es que hay calidad y para prueba, basta recordar aquella lucha histórica en Estados Unidos, cuando Octagón y El Hijo del Santo enfrentaron a los “gringos locos” Love Machine y Eddie Guerrero.
Por Axel González